domingo, 30 de mayo de 2010

Lanzamiento de GMT

Durante mis vacaciones suelo "desconectar" bastante. La desconexión incluye a menudo un contacto muy escaso con internet. Por ello he de dedicar unas líneas a agradecer a C_M que me informase de esta noticia de GMT, en la cual anuncian la reimpresión de 5 juegos antigüos. La reimpresión en sí no es ninguna novedad. Lo que sí es nuevo es que en todos estos juegos se haya decidido proceder a la reimpresión independientemente de la cantidad de preordenes acumuladas, y que en estos 5 juegos se haya decidido incrementar la calidad de lo ofrecido mediante tableros "montados" (o "sólidos"), doble grosor de las piezas, expansiones incluidas (y cajas más gruesas para soportar el peso añadido) sin incremento de coste para los que lleven a cabo una orden anticipada.

Hace cosa de un año, había aprovechado la OA que puse sobre el Twilight Struggle para poner otra sobre Sword of Rome. En aquel entonces este juego tenía acumulados unos doscientos y pico pedidos, y estimaba que tendría por lo menos dos años por delante antes de que llegase al corte (500 pedidos) y con ello mucho tiempo para pensarlmelo. Ahora, sin embargo, el juego me llegará posiblemente en Diciembre, y con unos añadidos (tablero sólido y expansión para 5º jugador) que deseaba pero no me esperaba.

"A caballo regalado, no le mires el dentado". He decidido mantener la orden sobre SoR, y me he tomado un tiempo para examinar más detalladamente este juego consultando su reglamento y un listado de las cartas. Es un CDG que se supone está bastante inspirado en el "Hannibal", lo cual no quiere decir nada bueno ni malo, porque el sistema que tan bien se adaptaba a la situación de aquel juego puede no adaptarse bien a este. La verdad es que si que es cierto que en algunas cosas - como la activación de generales para moverse, y la colocación de marcadores de control - es prácticamente igual que aquel juego legendario. Pero difiere en otras muchas cosas.


En primer lugar, el juego es multijugador. Hay cuatro potencias: Romanos, Griegos, Galos y Samnitas/Etruscos; más una quinta, Cartago, que puede utilizarse en caso de que haya un 5º jugador disponible. Todos ellos luchan y mueren en un tablero-mapa de "punto a punto" que abarca la península itálica, Corcega, Cerdeña Sicilia y Tunéz. La forma de ganar es la misma para todos menos para los galos: conquista de ciudades. Los galos, por su parte, ganan mediante acciones de saqueo de ciudades.

Está es tan sólo una de las características especiales de uno de los bandos en liza. Porque otro de los elementos de este juego es la disparidad de cada uno de los jugadores. Si bien están todos sometidos a un mismo reglamento, el mazo de cartas que dispone cada uno es separado e independiente (de unas 38 cartas para cada jugador). También cada uno tiene un "poder" o "habilidad" personal de entre los cuales llama la atención el romano: pueden fundar colonias, y cada una de ellas provee de un refuerzo adicional por turno. Si el jugador romano consigue crecer lo suficiente puede lleguar a tener una tasa de refuerzo imparable.

Suena bien, pero tengo mis reservas. El sistema de resolución de combates tiene algunas críticas acumuladas. El mayor problema, no obstante lo he visto tras leer las cartas. Tengo la sensación que contienen muchos eventos que permiten fastidiar a otro jugador, incluso si está lejos del alcance de las propias fuerzas. La consecuencia de esto puede ser que si un jugador consigue cierta ventaja, sería muy fácil para todos los demás perjudicarle "a distancia" para tirarle abajo. Así la estrategia consiste en no destacar, mantenerse en el pelotón, e intentar hacer una carrera por puntos hacía el final de la partida. Otro inconveniente es que las partidas a lo mejor pueden llegar a durar mucho tiempo.

Otra cosa que me llama la atención es lo diferente que puede ser una partida con 5 jugadores de una con cuatro. En este último caso Cartago acaba siendo invariablemente aliada de Roma, mientras que con 5 jugadores eso queda al libre albedrío del jugador cartaginés.

Aprovechando la oferta, consideré la compra de otros juegos de la misma. El que llamó mi atención fué "Here I Stand". En el último año hemos jugado mucho al Napoleonic Wars. Esta claro que juegos CDG multijugador son una preferencia de nuestro grupo de juego, y quería introducir un poco de variedad, después de unas 12 partidas de NW. Descargé las reglas, el "playbook" y los textos de las cartas, y me dispuse a analizar el juego por si valía la pena comprarlo.


El sistema básico de HIS está copiado de NW, y el mismo autor reconoce la influencia. Hay algunas diferencias, naturalmente. No es posible hacer grandes campañas de movimiento como en NW, ni combinar dos cartas en una jugada. Las campañas son más lentas, en cuanto uno se tropieza con una fortificación se tiene que detener y no puede empezar a asediarla hasta la jugada siguiente, para lo cual, además, se necesita una línea de comunicación. Las fortificaciones no dan puntos de victoria de por sí, pero son imprescindibles como lugar de concentración de fuerzas en la fase intraturnos. Por lo demás, el sistema de combate, asedio, movimientos y reacciones al mismo están algo simplificadas respecto a NW.

La parte más entretenida del juego es que cada jugador - hay 6 potencias - tiene algo que hacer por su cuenta para conseguir PVs. Así no se trata de una carrera "todos contra todos" a por claves como en NW. El inglés gana teniendo hijos, el francés convirtiendo chateaus, Habsburgo explorando América, el turco pirateando, y el Papa y el Protestante mantienen una querella religiosa en la que intentan convertir espacios a su confesión y desgraciar a personajes (debaters) del oponente en duelos. Es está última parte la que me parece más complicada y engorrosa de seguir.

El sistema diplomático me parece más sólido y mejor construido que en NW. Permite hacer más variedad de cosas, pero establece penalizaciones por algunas de ellas. Los dos mayores inconvenientes que le he visto al juego es que sólo es jugable eficientemente con 6 jugadores, y las partidas posiblemente tengan una duración muy larga. Seguramente haya que retirar algunas cartas inútiles del juego, pero ese trabajo ya está hecho por CFarrell en su blog. Aún así, he decidido incluirlo en mi pedido.

Esta repentina oferta de GMT me ha dado que pensar. Después de un montón de años en los cuales las calidades materiales de producción - tableros y fichas - dejaban algo que desear, aunque los juegos (no todos) en sí fueran buenos, ahora de repente esto. Los tableros sólidos son la más importante de las mejoras, tanto en terminos de coste para el productor, como en terminos de jugabilidad. Ahora puedo meter el juego en una caja y llevarmelo a cualquier parte, en lugar de ir arrastrando detrás mía una incómoda plancha de material transparente. C_M ha supuesto que GMT ha trasladado su producción a China. Algunos americanos se habrán ido al paro, pero si me ofrecen un tablero sólido, no puedo evitar comprarlo. No soy un patriota americano, como los de MMP que dejan bien claro en sus cajas: "Proudly made in the United States of America".

sábado, 22 de mayo de 2010

Lecturas vacacionales (y II)

El primer libro del historiador británico Adrian Goldsworthy que leí fué "Las Guerras Púnicas". Es un libro bastante bueno y que no puedo menos que recomendar. De hecho, lo he prestado bastantes veces y a todo el mundo le ha gustado bastante.


Por eso, cuando al final de mis vacaciones me encontré en una librería con "The Fall of the West. The Slow Death of the Roman Superpower" (Phoenix 2009. 531 páginas) no dude en comprar el libro allí mismo. Conocía la existencia del libro antes de hallarlo, por un artículo del diario "El Mundo" de Septiembre de 2009. Por esto mismo también puedo confirmar que este libro está traducido al español con el título "La Caída del Imperio Romano" por la editorial Esfera.

El libro está dividido en tres partes. La primera comienza con una descripción del Imperio en tiempos de Marco Aurelio (180 d.C.), y narra todo el período que sigue al reinado de este emperador hasta el ascenso del emperador Diocleciano. La segunda parte empieza con las reformas de Diocleciano, a finales del siglo III, y desarrolla los acontecimientos del siglo IV. La tercera y última parte trata principalmente sobre el colapso final del Imperio Romano de Occidente en el siglo V, y finaliza narrando los intentos del emperador bizantino Justiniano por reconquistar las provincias occidentales durante el siglo VI.

El estilo de narración es, a mi entender, bastante ameno. El autor no se pierde en detalles salvo en algún que otro momento, y en este caso es para ilustrar algo de la narración más general. Esta es, por ejemplo, su intención declarada en el capítulo dedicado a la evolución de Britannia en el siglo V. Aunque en este caso yo creo que el libro podría pasar perfectamente sin este capítulo.

A algunos les molestará - a mí no lo hizo - la falta de concreción del autor sobre muchos de los hechos que narra. El texto está plagado de "quizás", "tal vez", "posiblemente", etc. Sin embargo, lejos de dañar la narración de los hechos esto no hace más que reforzar el rigor histórico del relato. El autor no tiene más remedio que ser precavido en su relación de los hechos, porque las fuentes de las que dispone son escasas, y en muchos casos no puede más que hacer suposiciones. Muchos autores de historia antigua hacen esto, pero lo loable de este autor es que nos recuerda constantemente que las suposiciones son eso, suposiciones, y que conviene ser precavido al hacerlas. Entiendo que a algunos les puede llegar a molestar tanta cautela, pero yo ya me había acostumbrado a ella en el libro sobre las guerras púnicas.

Y bien. ¿Cómo explica Adrian Goldsworthy la Caída del Imperio Romano?. Mientras que otros autores culpan de este acontecimiento a factores externos, o tendencias sociales y económicas internas, el autor de este libro achaca la debilidad del Imperio a la inestabilidad política. Los unos hacen de la Caida algo inevitable, para Goldsworthy, en cambio fue una serie de decisiones tomadas por unos gobernantes más preocupados por mantenerse en el poder, lo que causo el debilitamiento y caída final - solo en Occidente, no lo olvidemos - del Imperio Romano.

Es de particular interés el último capítulo de la primera parte, en el que se explica el origen de la inestabilidad de gobierno que se experimenta en la conocida como "Crisis del siglo III". En el Principado fundado por Augusto la clase senatorial todavía jugaba un papel importante, aunque siempre subordinado al emperador. De entre sus filas salían los gobernadores de muchas provincias, y los comandantes de las fuerzas armadas. Ocupaban los puestos de poder más importantes, pero estaban basados en Roma, a la vista del emperador, y de entre los 600 miebros del Senado tan sólo unas pocas docenas eran relevantes, con lo que el emperador podía mantenerlos controlados. Durante los Antoninos, además, la clase senatorial fue la que proveyo de gobernantes al Imperio.

Sin embargo, a partir del emperador Cómodo, una serie de emperadores inexpertos e inseguros dieron más responsabilidad y protagonismo a miembros de la clase de los "Equites", que se encontraba un nivel por debajo de los senadores, era mucho más numerosa (tan sólo en Gades había 500 de ellos) y carecía de la identidad de grupo y cohesión interna del Senado. A corto plazo la intención de estos emperadores era incrementar su seguridad quitandole poder a los únicos que estaban capacitados para convertirse en emperadores: los senadores. Sin embargo, a la larga tan sólo lograron abrir el puesto de emperador a un grupo social mayor que era prácticamente imposible de controlar. Cualquier comandante de segundo orden podía proclamarse emperador, y así fue, con lo que aumento la inestabilidad política. Al final, los esfuerzos de cada emperador se volcaban principalmente en aplastar a sus (numerosos) contrincantes políticos incluso a costa de desproteger las fronteras del Imperio. El hecho de que, también para evitar que cualquier subordinado tuviera demasiado poder o tropas, se hiciesen divisiones cada vez más pequeñas de provincias y unidades militares no hizó más que incrementar la burocracia y diluir el esfuerzo militar romano.

La moraleja, porque la hay, que Adrian Goldsworthy saca de toda esta historia es que a menudo se toman decisiones que, a corto plazo, resultan más provechosas. Sin embargo, a la larga estas decisiones pueden ocasionar más problemas y grandes crisis. Para evitar este tipo de decisiones, los que las toman han de tener "consciencia de Estado" y anteponer el bien de todos al beneficio personal a corto plazo.

Nuestro destino no está predeterminado por fuerzas ajenas a nosotros mismos, lo decidimos día a día. Una decisión aparentemente beneficiosa (a corto plazo) nos puede acercar a nosotros y a nuestros descendientes un poco más al desastre. Lo que hemos de preguntarnos es si estamos tomando la decision correcta, o tan sólo anteponiendo nuestros intereses a cualquier otra cosa.

domingo, 16 de mayo de 2010

Lecturas vacacionales (I)

Una de mis principales actividades durante mis recientes vacaciones ha sido la lectura. He dispuesto de suficiente tiempo como para leer de cabo a rabo dos libros, que voy a comentar en esta entrada y en la siguiente. Podría meter los dos libros en una misma entrada, no sería la primera vez. Pero tratan temas diferentes. Y además, combinar los dos libros también generaría una entrada muy grande y tal vez algo tediosa.


El primer libro es Moscow 1812 (de Adam Zamoyski. Harper Perennial, 2005.557 pág.). Como es fácil de inferir por el título, este libro trata la campaña de Napoleón en Rusia en 1812. Los antecedentes de la guerra y la descripción previa de los contendientes y sus fuerzas son resueltos en las primeras 100 paginas. La marcha hasta Moscú ocupa las siguientes 200 páginas. Hay un breve interludio de inactividad por ambas partes, que comienza con la captura e incendio de Moscú. Las últimas 200 páginas aproximadamente cubren la larga y agónica retirada de Napoleón y su ejército, y terminan con una breve descripción de las consecuencias, efectos y relación de esta campaña dentro de marcos sociales, históricos y políticos más amplios.

Adquirí el libro por unos 13€.La edición es bastante aceptable. La letra del texto no es microscópicamente pequeña, y la obra está acompañada de sencillos mapas que ayudan de forma eficiente a seguir la acción. También hay unas láminas con imágenes. Están bien porque unas dan cara a algunos de los principales protagonistas, y otras dan una buena idea de las penosas condiciones en las que se desarrollo la campaña.

En líneas generales, el Sr. Zamoyski hace una narrativa que va soportando con extractos de documentos de la época o escritos por los participantes. No se hace pesado salvo en algunas partes centrales de la obra, cuando estos extractos contemporaneos se hacen más frecuentes. Entonces la acción que narra la obra se reduce, y ésta adquiere un tono menos animado y más descriptivo. Sin embargo, la mayor parte de la narración mantiene un buen ritmo de actividad.

En el libro no hay apartados o capítulos dedicados a conclusiones o análisis. Estos se van produciendo a lo largo del libro. Al inicio, por ejemplo, se deja claro la falta de razones reales que Napoleon tenía para enemistarse con Rusia, y ello tuvo como consecuencia la falta de objetivos claros e indecisión por parte de Napoleon varias veces durante la campaña. Bonaparte hizó varios intentos de contacto diplomático durante su avance. Las condiciones catastróficas de su retirada tienen parte de razón en el excesivo tiempo (1 mes) que aguardo inactivo en Moscú a algún mensaje del Zar Alejandro I. Cuando por fin se decidió a retirarse, no preparó debidamente esta maniobra, en parte porque quería negarse a aceptar que aquello fuera realmente una retirada e intentó disfrazarlo como una maniobra.

El libro recoge de forma bastante vívida, gracias a testimonios, las penosas condiciones logísticas en las que los ejércitos de la época maniobraban. Estas condiciones se fueron convirtiendo en totalmente catástroficas a medida que la temperatura iba descendiendo. El autor nos recuerda en varias ocasiones que estas condiciones afectaban a ambos ejércitos, aunque el ejército ruso contaba con ventajas como las de luchar en su propia casa, y un aprovisionamiento mejor adaptado a las condiciones del escenario de conflicto. Al final, fue ese margén lo que permitió al ejército ruso tener un desgaste un poco más reducido. Y esto fué lo que hizo que al final pudiese acumular una fuerza superior sobre un ejército imperial francés bastante reducido y desgastado.

La visión que Adam Zamoyski nos da del mando ruso es también bastante interesante y, para mí, novedosa. Normalmente se nos da una visión de un mando ruso que adopta consciente y voluntariamente una estrategia de retirada y desgaste, la cual ejecuta de manera consciente bajo el mando de grandes líderes, entre los que destaca un anciano, experimentado, y paternal Kutuzov. Nada más lejos de la realidad. Aunque la invasión napoleónica inflamo el espirítu nacionalista, los generales y mariscales del zar dedicaban considerables esfuerzos durante la camapaña a conspirar unos contra otros, ¡y a veces contra el zar mismo!. Estas conspiraciones no pretendían alterar en absoluto el orden establecido, pero generaron situaciones rayanas en la insubordinación, y que impidieron al ejército ruso plantarle cara de forma efctiva a Napoleón antes de Borodino. Para entonces, el clamor nacionalista y las conspiraciones habían obligado al zar a retirarle el mando a un sensato Barclay de Tolly para darselo a Kutuzov. Este anciano general (falleció 3 ó 4 meses después de esta campaña) se muestra como bastante incompetente en esta obra, y prácticamente su única ventaja sobre Barclay era que era considerado como genuinamente ruso, y no extranjero, con lo cual consiguió acallar la mayor parte de los rumores de traición, reducir las conspiraciones, e incrementar la cohesión de ejército ruso. Al final, lo que necesitaba el ejército ruso en esos momentos tan críticos no era tanto genialidad intelectual como reducir las disensiones internas.

Un aspecto de la guerra que el libro intuye, pero no concreta nunca de manera definitiva, es la cuestión polaca. Napoleón tuvó en varias ocasiones la opción de proclamar el reino de Polonia - coronando seguramente a Poniatowski - para conseguir alienar del imperio del zar varias regiones que habían sido polacas hasta hace poco. Esto le hubiera podido proveer de refuerzos y suministros dentro del propio territorio enemigo. Lo cierto es que Napoleon nunca se atrevió a hacerlo, por miedo a enojar al zar más allá de cualquier posible reconciliación futura. Nunca se hace un análisis de lo importante que fue la falta de apoyo local polaco y lituano durante la campaña, pero se puede entender que hubiera podido ser un factor bastante determinante.

El libro es una lectura bastante aceptable y no demasiado densa. Aporta perspectivas nuevas sobre una campaña crucial. En algún momento la narrativa flojea un poco, pero eso se puede achacar a las características de los acontecimientos que se narran: el estancamiento en Moscú a mitad de la campaña, y la parte final, cruzado el Beresina, cuando La Grande Armeé esta languideciendo y es prácticamente incapaz de cualquier acción más o menos decisiva. En esos momentos, la narración sigue el ritmo de la acción y languidece igualmente.

Mach1. Final de la partida.

La partida termino hace ya casi tres semanas, pero unas vacaciones que se prolongaron de forma un tanto inesperada me han impedido escribir estas líneas que ya anunciaba en mi última entrada.

La victoria se la ha llevado finalmente el jugador milanés que - sorpresa, sorpresa- era yo mismo. No es una victoria de la que me sienta orgulloso. La única razón para sentirme satisfecho es que por fin ha terminado una partida que estaba bastante desmadrada. De todas formas, voy a dedicar un poco de mi tiempo a analizar lo sucedido en la partida, y a sacar conclusiones.

En mi tiempo de vacaciones he sopesado dos formas de emprender este análisis de la partida. Por un lado pensaba enumerar jugador por jugador y resumir como se desempeñó cada uno individualmente durante la partida, dandole una puntuación a cada uno. Pero al final me he decidio a hacer una breve narración general de lo acontecido, intercalando algunas conclusiones pero dejando las más importantes de estas para el final.

Todo juego que emplea el sistema del Diplomacia, como el Machiavelli, tiene una fase previa que los jugadores emplean en tomar control de los territorios vacíos que tienen alrededor de sus países. Esta fase inicial en esta partida duró exactamente 4 turnos, un año. Para la primavera de 1455 las líneas de enfrentamiento principales, que se iban a mantener durante casi toda la partida, estaban ya delimitadas. En el norte Francia contra Milan y Austria contra Venecia. En el centro Florencia no hizo nada y el Papado desplazo sus fuerzas hacia el norte. En el sur Turquía aprovecho un error de Napoles para abrir las hostilidades con ventaja. El jugador napolitano me confeso que pecó de buena fe al creerse promesas de paz eterna. Es un error de novato, pero yo también me había creido las promesas del francés...

Los siguientes 8 turnos, años 1455 y 1456, son bastante interesantes. En el norte la guerra Milan-Francia seguía en empate. Para romperlo invite a Florencia a entrar en Genova, con el razonamiento de que era mejor dejar que los ingresos de esa ciudad estuvieran en sus manos que arriesgarme a que cayeran bajo el poder francés. Me parece que fue una decisión correcta por mi parte. De todas formas, al mismo tiempo cometí el error de atacar a Austria. En parte lo hice por promesas de apoyo veneciano. El ataque sorpresa tuvo exito, pero no estuvo bien coordinado con Venecia. El resultado fue que pase un año (1456) muy complicado mientras Francia y Austria unían fuerzas y me echaban hacía atrás.

Venecia estaba enzarzada no solo contra Austria, sino también contra el Papado. Estos dos pidieron inmediatamente dos prestamos de 25 ducados cada uno (1456), que dedicaron a sobornar unidades venecianas en un intento aparente de aplastar al Dogo. Austria fue la que más salió ganando con esto. Mientras que el Papa firmaba su sentencia de muerte al dejar escapar una oportunidad de lanzarse sobre una Florencia debilitada por la peste, además de perder un montón de unidades. Florencia consolido su posición al conquistar Genova y mantuvo ventaja sobre Francia en el mar.

La obsesión maníaca de Austria y el Papado con Venecia me vino bien, pues pude cerrar un acuerdo de paz con Austria que me permitió contraatacar a Francia con mucho éxito. Tuvé algo de suerte, y también jugó a favor mío el que uno de los turnos (de 3 días cada uno) coincidiese con un fin de semana en el que el jugador francés estuvo de viaje. Desde entonces Francia quedo acorralada en una esquina, y sus posibilidades de ganar se habían visto reducidas a nada. En ese momento, yo pensaba en aniquilar a Francia con tiempo suficiente como para poder atacar de nuevo a Austria en el turno en el que se iba a quedar inmovilizada por impago de prestamo.

Venecia, en cambio sufrio severas perdidas y quedo al borde de la extinción (1 única ciudad natal) antes de la muerte por asesinato de Habsburgo. En el proceso el Papa quedo tan tocado que Florencia no tuvo que arriesgar nada para echarse encima suyo y arrollarle. Finalmente, acabo absorbiendo su país (1459).

Entretanto, de 1455 a 1459 (unos 20 turnos) Napoles y Turquía estaban enzarzados en un interesante duelo ajenos a todo lo estaba sucediendo en otras partes. Esto fue posible en parte por acuerdos mutuos de no agresión entre el Papa y Napoles, y Venecia y Turquía. La intensidad del conflicto era tal que ninguno de los dos podía desviar una sola unidad a aprovecharse de cualquier oportunidad que se hubiera presentado más al norte. Esta parte de la partida es muy interesante, porque ambos jugadores maniobraban en un espacio muy amplio sin demasiadas unidades, y muchas veces tuvieron que agudizar su ingenio para anticiparse a los movimientos del adversario. La mejor parte del conflicto se la llevó el turco, y hacía el final de este período (primavera de 1459) Napoles estaba casi vendida.

En este momento surgió un problema con la aplicación que hizo que el turco se quedase sin ordenes durante un turno sin que hubiera sido culpa suya. La partida estaba siendo controlada por un amigo mío, y este ejecuto el turno sin detenerse a mirar que había pasado. Tras cavilar un poco, decidimos seguir adelante con el error, puesto que dar marcha atrás hubiera causado más trastornos. Al jugador turco esto no le gusto nada, y abandono la partida. Fue una pena, porque era quién tenía más posibilidades de ganar, y se merecía haberlo conseguido.

En el norte yo me había vuelto a meter en problemas. Por un lado no había conseguido aniquilar al francés. Para ello necesitaba la ayuda de Florencia - para que atacase desde el mar - y este jugador decidió - acertadamente - no hacerlo. Francia siguió acorralada, pidio el prestamo kamikaze de 25 ducados y lo gasto en complicarle la vida (sin mucho efecto) al florentino. Por el otro lado, mi ataque contra Austria quedo atascado desde bastante pronto. Y eso incluso con la ayuda repetida de la peste. En retrospectiva, tendría que haber atacado a Austria antes. Perdí buenas oportunidades para hacerlo mientras teníamos nuestro acuerdo de paz, y Austria pudo preparse comodamente para el mal trago que iba a pasar.

Al final, Venecia me saco del atolladero. Sin su apoyo no me hubiera sido posible terminar con Austria. El jugador veneciano me otorgo la partida - cediendo ciudades, dandome 17 ducados, y dandome apoyos - por la misma razón que yo tenía para ganarla: Para acabar de una vez. Aún así, Florencia hubiera podido llevarse el gato al agua (estuvo a punto) si se hubiera mostrado más agresiva con anterioridad, y no hubiera sido tan cicatera con el dinero.

Mis conclusiones más importantes de esta partida son:

- Ampliar los turnos a 7 días por turno, y fijar el final de este siempre a un día y hora concretos (las 18:00 del sábado es mi idea por el momento). Los turnos de 3 días son muy estresantes para las personas que están trabajando y tienen otras responsabilidades. Además, es un período muy corto para que se pueda negociar, y no poder hacerlo es jugar solo al 50% del juego.

- No iniciar otra partida en la que no pueda gestionar yo mismo los turnos. Si yo hubiera estado supervisando esta partida, lo que paso con el turco no hubiera sucedido, de eso estoy seguro.

- Abolir los préstamos. Son horribles. Dos jugadores (el Papa y Austria) se suicidaron y distorsionaron la partida al pedirlos de forma prematura. Solo favorecen a los jugadores mediocres, igualandolos a los hábiles, lo que es bastante injusto. Cuando un jugador esta a punto de palmar siempre puede pedirlo, lo cual no consigue salvarlo, sino tan solo prologar su agonía y la duración de la partida sin aportar nada.