jueves, 30 de junio de 2011

Juego de tronos.


Siento herir sensibilidades, pero no me pude contener y evitar hacer esta composición.

Hasta hace 10 días esperaba con anhelo a que llegasen los lunes. No es que me citase con ninguna chavala - lo cual hubiera estado francamente bien -. Pero es que los lunes eran los días en los que iban estando disponibles los capítulos de la primera temporada de la serie "Juego de tronos" a medida que el canal de pago americano HBO los retransmitía justo el domingo anterior. Aquí en España, en un esfuerzo sobrehumano, Canal + consiguió que se doblasen y retransmitiesen con un retraso de 2-3 semanas. Creo que no fue suficiente. Todas las personas de mi entorno que han visto la seríe lo han hecho por lo criminal, es decir, por interné. En versión original y subtitulado. Incluso la gente que no se defiende muy bien con el inglés.

Muchas de esas personas, entre las que me incluyo, estarían dispuestas a pagar una módica cantidad por ver en su televisión, a la hora y día que deseasen, cada uno de los capítulos de esta serie. Sin embargo, esto no es técnicamente posible. Cuando suscribes tele de pago tienes que comprar un paquete de canales, muchos de los cuales puede que ni te interesen, y en la cuota que tienes domiciliada se incluye el alquiler del aparato decodificador. Cuando ya no quieres disponer más de los servicios de la tele de pago, conseguir que te dejen de enviar recibos a la cuenta es un calvario. Ello viene motivado porque a menudo todavía tienes en tu domicilio un codificador inutilizable meses después de darte de baja, cuyo alquiler todavía tienes que seguir pagando. Lo cachondo es que no parecen tan interesados en llevarselo como diligentes fueron a la hora de traertelo.

La gente puede ser muchas cosas: Incultos, incautos, irrespetuosos con la propiedad intelectual, incluso masoquistas. Mas todavía no conozco a nadie cuyo masoquismo sea tan refinado como para aceptar mansamente someterse a una legalidad que te hace pasar por el medievo para ver una serie de TV de ambientación medieval. En lugar de eso lo normal y lógico, incluso si eres masoquista, es buscar una vía menos dolorosa y complicada para llegar a lo que quieres. Si eso es ilegal, es que los que hacen las leyes tienen un serio problema.

Si recordaís mi ya citado anhelo podreís deducir sin dificultad alguna que la serie dichosa me ha gustado. Es condenadamente buena. La calidad de las imagenes, la ambientación, los actores, el ritmo del guión, están todos a un nivel que no todas las series consiguen alcanzar. Lo mejor de todo posiblemente sea la historia en sí misma, pero eso ya existía mucho antes que la mera idea de la concepción de esta serie y merece mención aparte al final de esta entrada.

La primera temporada de Juego de Tronos cuenta el comienzo de una guerra civil - o una serie de guerras civiles, porque la que se ha liado es parda - en un país de un mundo imaginario donde las formas y los ambientes son perfectamente comparables con la Edad Media en Europa. Los personajes que participan en el comienzo de este conflicto plagado de intrigas y traiciones son todos miembros de la casta gobernante: nobles, reyes, príncipes, caballeros y demás. No es una historia contada desde la perspectiva del hombre llano porque no interesa, salvo en un par de ocasiones.

Siento ser tan poco original, pero mi opinión de la primera temporada de Juego de Tronos es muy similar a la de este blog sobre series que goza de cierta popularidad y difusión. Lo que hemos visto en estos 10 capítulos no es sino un largo y majestuoso prologo de una historia de dimensiones y carácteres épicos. Y eso que yo tampoco he leido los libros. Simplemente, es un sentimiento que transmite la serie por el ritmo con el que nos va transmitiendo la historia. El primer capítulo tiene un final impactante. Como debe ser. Para enganchar. Luego la historia se arrastra hasta el séptimo capítulo cuyo final es - por lo menos para aquellos que no hemos leido los libros - sorprendente e inesperado, y además sirve para desencadenar una tormenta de acciones que se quedan colgando al final del 10º y último capítulo. Nos quedamos en ascuas.

No me ha parecido mal que la serie tenga unos capítulos sin muchas consecuencias directas. De hecho, me parece lo mejor. Los guionistas han sabido dosificar la historia, preparando líneas que se intuyen importantes para capítulos más lejanos en el tiempo. La narración se construye de manera artesanal, sin prisa pero a conciencia. Se consigue crear expectación. Intuimos una gran historia tras un comienzo tan magnífico.

El reparto de actores es bastante acertado. La cantidad de personajes parece ser muy amplia, y en constante expansión. En este aspecto la historia es tan coral como la que contaba The Wire. Destacan no sólo un dignísimo Sean Bean, sino incluso más un genial Peter Dinklage encarnando a Tyrion Lannister. Este personaje ya era bueno en la versión novelada de la historia. El actor americano lo borda en su versión audiovisual. La única pega que le he encontrado al reparto es Sansa. La actriz que la interpreta es demasiado mayor para los 13 años que afirma tener su personaje. Alguien más joven y tierna hubiera sido más adecuada. Pero por lo que parece que le espera a su personaje, creo que HBO ha preferido cortarse y colocar a alguien de aspecto más maduro, no vaya a ser que las autoridades acaben calificando la serie como una película "snuff".

Pero lo mejor de todo, como ya dije al comienzo, es la propia historia. Y para hablar de ella tengo que referirme a los libros de la saga "Canción de Hielo y Fuego" escritos por el guionista de televisión norteamericano George R.R. Martin. O más que a estos libros que no he leido, a mi relación con la llamada Literatura de Fantasía.

Como mucha gente de mi generación, en mi infancia y adolescencia leí a Tolkien. El Hobbit se lee de puta madre y gusta bastante. El Señor de los Anillos es más coñazo, pero impresionado por su ambientación de saga épica uno lo lee con un fervor rayano en lo religioso que te hace pensar que, por ser más grande y más serio que El Hobbit, tiene que ser mejor novela.

Tras esto siguió un periodo de varios años, los años 90, relativamente "durmientes" en lo que a literatura fantástica se refiere. Leí El Silmarillion que es un puto coñazo, y también los Cuentos Inconclusos para financiar el tren de vida del hijo de Tolkien. Había otras sagas, como la de Dragonlance o Belgarath. Pero no llegaban a calar del todo. Los personajes y las tramas eran, si cabe, aún más estereotipicos que lo que habían sido los personajes de El Señor de los Anillos. Había magia a cascoporro, lo que dejaba poco por hacer a los personajes. Y los buenos ganaban todas las batallas sufriendo sólo alguna que otra baja de un secundario absurdo. Los malos eran tontísimos. Era un coñazo. Sólo con leer la contraportada ya sabías cual iba a ser la historia y el final. A los libros de Dragonlance y similares se les puede acusar de servir ante todo como medio para vender productos de Dungeons&Dragons más que como producción literaria.

Los juegos de rol de ambientación fantástica fueron mi principal conexión con la ambientación fantástica durante estos años. Sin embargo, no llegaron a calar. Me introduje en el mundillo por estimulo de mi amigo Fern más que por mi propia motivación. Y si los personajes de las novelas fantásticas eran estereotipos, los de los JdR lo eran aún más. En retrospectiva me parece que los JdR se copiaban de las novelas, y estas se copiaban de partidas de JdR. En esta endogamia constante las deformidades congenitas estaban garantizadas. Si leeis el blog nuevo de Chris Farrell que tengo enlazado en este blog propio encontrareis un analisis francamente bueno de porque todos esos JdR en el fondo no funcionan.

Llegamos entonces al nuevo milenio, y a la saga fílmica de El Señor de los Anillos. Aguardada con expectación, la historia que contaban las tres películas me resulto mucho más floja de lo que recordaba por las novelas. Durante bastante tiempo culpe de ello a la industria de Hollywood y a Peter Jackson. Pensandolo con más calma, llevaba años sin leerme las novelas antes de que saliesen las películas. Y su estreno no me impulso para nada a releerlas. Ni me lo plantee. La perspectiva de afrontar de nuevo semejante tostón era superior a mis fuerzas. Las películas no estaban mal en sí mismas. Peter Jackson les metió muchas escenas de combate y acción porque la historia original era un rollo. Lo que había sucedido es que yo había cambiado. Ya no era el mismo chaval que había leido la trilogía con fascinación. Las simples historias de antes no bastaban. Necesitaba algo más elaborado.

Al tiempo que Peter Jackson estrenaba la triolgía de filmes por las que posiblemente sea recordado después de muerto, entre mis grupos de amigos se hablaba de "Canción de Hielo y Fuego". Otra saga fantástica. Y como quiera que el genero pertenece a la dieta literaria habitual de mis amigos, estos libros no me llamaron la atención por muy bien que se hablase de ellos. Si ya se tragaban cualquier cosa con espadas, magia y dragones, ¿qué iba a tener de especial otra saga más?.

La cosa cambió el año pasado. Una tarde de Agosto quedé con un colega que llevaba meses sin ver. Sus lecturas habituales no tienen nada que ver con la fantasía. Así que me sorprendió una vehemente recomendación suya de estos libros de George R.R. Martin. Su novia le había regalado el primero, y desde ahí se había comprado y leído los otros tres en un santiamén. Que un tío que no tenía nada que ver con el mundillo del rol me recomendase los libros encendió mi señal de alarma. Tal vez fueran realmente buenos.

Y meses más tarde llegó esta serie, y yo comencé a verla dispuesto a dejarme sorprender. Sin esperar nada de antemano, o eso creo. Me he sentido satisfecho. Juego de Tronos cuenta una historia nada amable con sus personajes, con ninguno de ellos. Desde el final del primer capítulo me dí cuenta de que una de las normas que rigen en esta historia es que cualquier personaje, absolutamente cualquier personaje, puede morir de manera repentina, aunque lógica al fin y al cabo. Y de hecho, hay personajes que mueren, o mejor, son muertos, y que son muy importantes y nos esperamos que vivan más tiempo y hagan muchas más cosas. Pero no es así. El autor de la historia juega con nosotros, y nos mantiene en ascuas. Tyrion Lannister me cae especialmente bien, pero ¿sobrevivirá al nido de conjuras que es King´s Landing?. El futuro de su hermano Jaime me parece especialmente sombrio, tanto como el de otro importante personaje de la primera temporada que acabo siendo decapitado. Estoy casi seguro de que Arya saldrá adelante. Pero igual todo puede ser una broma del cabron de Martin y la hija pequeña de Eddard Stark puede acabar violada y asesinada en una cuneta camino al norte.

Incertidumbre, y un escaso respeto por los estereotipos. Dos buenos ingredientes para mantener mi atención.

La segunda temporada está más que anunciada. Pero yo no puedo esperar tanto. A finales de este verano compraré los libros de la saga. Los cuatro publicados hasta la fecha más el quinto que los fans llevan esperando años. El final de la primera temporada me ha dejado con ganas. No necesito convencerme más ni esperar más a leer los libros, y no tengo miedo a que hacerlo estropeé el visionado de más temporadas de la serie. Lo único que ya temo es que el autor de la saga la diñe antes de completarla. Por eso, desde este humilde blog proclamo:
¡MARTIN! ¡GORDO CABRÓN! ¡ESCRIBE! ¡PONTE A ESCRIBIR! ¡ESCRIBE HASTA QUE TAN SÓLO TE QUEDEN MUÑONES EN LUGAR DE MANOS, Y ENTONCES ESCRIBE CON LOS DIENTES! ¡ESCRIBE!, ¡PERRA! ¡Y TERMINA LA HISTORIA!

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