martes, 25 de septiembre de 2012

LES 2012

Pues sí, he estado este año en las LES 2012. Y no es la primera vez. He estado también en las dos ediciones anteriores, y estuve en otras jornadas en 2009 que no recuerdo ya sin eran LES o tenían otra denominación.

Para mí las jornadas no son un ambiente óptimo. Si los jugadores de rol, juegos de mesa, y miniaturas se han sentido alguna vez como bichos raros, no tienen razón para la queja. A todas las jornadas a las que he ido si sacas un wargame los jugadores de rol, de juegos de mesa, y de miniaturas por allí presentes son los que te miran como un bicho raro. Cada vez que voy me siento como un director de cine porno intentando colocar una de sus obras en el palmarés de Venecia, Cannes, o en los Oscar.

Aún así no pierdo el ánimo por ir. Y es por tres razones: a) es un cambio de ambiente; b) existe la posibilidad de probar algún juego nuevo; y c) es una oportunidad de conocer a alguien que se puede unir a tu grupo de jugadores.

Esto último fue lo que sucedió en las LES de 2011, cuando Lt. y yo nos conocimos mediando un tablero de Twilight Struggle entre nosotros. Lt. ha estado muy ocupado, y se va a ausentar el año que viene, pero ha tomado parte en algunas partidas y a través de él Will entro en nuestro círculo de jugadores.

Este año yo únicamente podía asistir el viernes y el domingo. El sábado, el día de mayor actividad y con más tiempo disponible, lo tuve ocupado por un compromiso. Fue una pena, porque según tengo entendido aquel día las jornadas estaban concurridas al máximo. Por otro lado, el sábado fue un día de calor, y los que estuvieron presentes me han contado que con tanta gente reunida la elevada temperatura era incluso más agobiante.

El viernes llegué en torno a las 5. En Alcorcon había algo de tráfico porque era la hora en la cual los colegios sueltan sus manadas de futuros esclavos del capital. Encontré una plaza de aparcamiento algo alejada. Me acerqué al puesto dónde se podía poner en venta juegos, con la intención de dejar allí mí Pacific Typhoon a la venta. Una partida más este verano después de haber pasado meses sin tocarlo es todo lo que he necesitado para decir ¡basta!. Había una inmóvil cola de aspirantes a vendedores de desechos como yo. El año que viene me planteo ir más tarde, o no ir el viernes.

Me había traído un Dune prestado de un amigo con la esperanza de montar una partida con mis conocidos, pero únicamente asomaron Chris, Rf. y Ringard. Chris se harto de esperar (Ringard tardó en salir del trabajo) y se metió en una partida de rol. Con el poco tiempo que nos quedaba lo más que se me ocurrió hacer fue sacar un Puerto Rico de la ludoteca y presentarle el juego a Rf. y a Ringard. Jugamos una partidilla, y ni bien ni mal. El que fuera número uno de la BGG durante largos años ha envejecido francamente mal.

Todavía quedaba algo de tiempo, y convencí a Ringard para disputarnos una partida de Sekigahara. Nos dio tiempo a jugar 6 de las siete semanas de la campaña. Yo, con Tokugawa, tuve sometido sin piedad a mi oponente durante la mayor parte del tiempo. Pero lo eché todo a perder lanzando un ataque contra Osaka, haciendo brotar de golpe los 5 bloques Mori. Confiaba en que Ringard no tuviera las cartas necesarias para movilizar todo el ejército, pero no fue así, y perdí todos mis 7 bloques frente a 4 suyos en una batalla cataclismica. Tras eso la situación al final de la sexta semana era todavía indecisa, con ligera ventaja para mí.

El juego atrajo atención y comentarios, pero entre que no podía venir el sábado y que ya habíamos acordado jugar al Friedrich el domingo, no me sentí capaz de concertar una cita.

El domingo fue un tanto frustrante al inicio. Ringard estuvo un buen rato esperando con el Friedrich desplegado de la misma manera que yo había aguardado en vano con el Successors desplegado en las LES 2011. Al final él, Rf. , y yo jugamos un Maria - del mismo creador que Friedrich y para 3 jugadores -. El juego es interesante, puede que incluso más que Friedrich, ahora que tengo éste tan trillado. Lo malo es que aunque básicamente tiene los mismos mecanismos que Friedrich, cambian suficientes cosas como para descolocarme. Así, cometí un par de cagadas con los trenes de suministro franceses y bávaros, y por ello y la timidez de Rf. rey de Prusia, Austria acabó ganando tras conquistar media Baviera (o Bavaria, como se empeña en llamarla Ringard, jejeje).

Después de almorzar me puse a repasar con algo de dificultad el reglamento de Tigris y Eufrates con la idea de enseñarle este juego a Rf. y a Ringard. A falta de nuevos reclutas, enseñar nuevos juegos a viejos amigos es otra de las posibilidades que ofrecen las LES. Llegué hasta montar el tablero y finalizar mi explicación de las reglas a mis amigos, pero en ese momento hayamos un chico huérfano de actividad y le enrolamos para una tardía partida de Friedrich.

Acepté llevar Prusia para no escuchar más los lloriqueos de Rf.. No sé muy bien que me pasaba ese día, pero la volví a cagar como en la partida de María de la mañana. Me lancé a una serie de feroces ataques que me dejaron con una mano de cartas bastante reducida para el final prematuro de nuestra partida. Tan sólo el final de las jornadas me permitió salvar una apariencia de honra. La situación del tablero apuntaba a una victoria austriaca inminente. Nuestro jugador novato padeció un tanto la inseguridad del iniciado. Sufrió una derrota y obtuvo una sonada victoria, y en conjunto su papel fue bueno.

Y este próximo fin de semana: el campeonato de Friedrich en Berlin.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Lecturas veraniegas

Este verano C_M me prestó dos libros. Sólo ahora he comenzado con uno de ellos. Lo cierto es que este verano he pasado varias tardes "aturdido" por la ola de calor y he pasado más tiempo viendo vídeos en Tutubo que leyendo. Sin embargo, en las dos semanas que pasé de vacaciones tuve mucho tiempo para leer y muy pocas distracciones alternativas. Y así conseguí leerme tres libros.


El primero es un clásico. Picado por la curiosidad, compré este libro sobre una crisis económica pasada para intentar comprender lo presente. Sin embargo, The Great Crash 1929 no narra las causas y el desarrollo de la Gran Depresión, salvo al final y de manera no muy detallada. Este libro se centra en contar los eventos que llevaron al gran "Crash" bursátil de Wall Street de 1929 y que es considerado como el inicio de la Gran Depresión. Se centra ante todo en los meses de 1929 que antecedieron al desastre financiero, y en los días y semanas que transcurrieron durante el desplome de la Bolsa de Nueva York. Está escrito de manera amena y no demasiado compleja, retratando un ambiente de emoción especuladora incontrolada que a algunos lectores actuales les puede resultar familiar. Este ánimo especulador es inherente al sistema económico actual, y se repite de manera periódica.

Como ya he dicho, el libro no explica la Gran Depresión, explica el colapso bursátil y financiero. Es importante distinguir entre uno y otro, y el hecho de que ambos no están necesariamente relacionados entre sí. De hecho la relación entre uno y otro en 1929 es objeto de discusión aún hoy en día. El libro termina con un capítulo en el que comenta causas de la Gran Depresión. Parece que fue escrito con posterioridad a la primera redacción del libro. De entre las razones que da, la más interesante es que un reparto muy desigual de la riqueza en la sociedad norteamericana de 1929 es una de las causas para la Gran Depresión. Las clases adineradas controlaban una cantidad desproporcionada de la riqueza y, por lo tanto, del gasto en inversiones y consumo. Cualquier "susto" - como el "Crash" bursátil - sufrido por este pequeño porcentaje de población acaudalada causaría una reducción del gasto y del consumo y una recesión en la economía.


El segundo libro de este verano es algo convencional. Otro libro-ensayo sobre la Segunda Guerra Mundial. Lo cierto es que cada vez compro menos de estos libros. Tengo el tema bastante trillado y me encuentro con los mismos tópicos repetidos una y otra vez. Lo que me decidió a comprar este fue ver en el índice capítulos sobre la guerra en Birmania y China, acerca de lo cual apenas sabía nada.

Retribution es una reedición de Nemesis, y trata sobre el último año de guerra en Asia y el Pacífico. Cubre las operaciones que van desde el desembarco en Leyte hasta la rendición del Japón. Sigue un formato narrativo que yo llamo "fotogramas". Hay algo de narración ordenada y conducida, pero el grueso de los párrafos del libro lo ocupan experiencias personales de protagonistas obtenidas mediante libros, cartas, diarios, e incluso entrevistas. El punto fuerte del libro no es, por lo tanto, un estudio cuidadoso en el que se examinan nuevos ángulos de un conflicto con casi 70 años de antigüedad, eso ya lo han hecho otros. El tal Max Hastings se centra en ofrecer al lector una amplia variedad de aspectos sobre cada tema que centra el respectivo capítulo.

El resultado es, en general, bueno. El tal Hastings es inglés, y se nota en como barre para casa cuando habla de la guerra en Birmania y elogia al comandante británico local: Bill Slim. MacArthur es cacota, pero eso ya lo sabía yo de otros libros. Aparte de las grandes batallas (Leyte, Iwo Jima, Okinawa) hay capítulos que narran diversos aspectos conocidos de la guerra, como los ataques kamikazes, la crueldad nipona con prisioneros y civiles, el bloqueo submarino norteamericano... en los que sobre todo se resalta lo salvajes que eran los japoneses.

Lo que más me ha gustado han sido los capítulos sobre China. Ya he dicho que apenas sabía nada sobre su guerra con Japón. Al final lo que he leído ha justificado que en muchos juegos sobre la Guerra del Pacífico el teatro de operaciones chino ni se toque. Los chinos eran incapaces de hacer nada, salvo esperar a que los aliados terminasen con los japoneses para proseguir con la Guerra Civil que la invasión nipona había interrumpido. Aprecio sobre todo la agudeza del autor al indicar que, mediante su costosa y generosa ayuda, lo que los americanos pretendían con China era que cumpliese el mismo papel en la derrota de Japón que la Unión Soviética había cumplido en la derrota alemana: poner el ejército de tierra necesario para derrotar a las fuerzas principales del enemigo. Al no poder asumir China este papel, los Estados Unidos se volvieron hacía la Unión Soviética para que de nuevo hicieran "el trabajo sucio", y a cambio Stalin obtuvo concesiones en Europa Oriental (que ya tenía ocupada con sus fuerzas, de todas maneras). Puede que parezca una verdad de perogrullo, pero es la primera vez que lo veo en letra de imprenta.

Por cierto, también es genial el capítulo sobre la invasión soviética de Manchuria y Corea. Tampoco sabía gran cosa de eso.

El libro finaliza hablando de las bombas atómicas y la rendición de Japón. Puedo parecer frío, pero agradezco que Max Hastings no dedique una sola línea a los tremendos efectos de Little Boy y Fat Man. Dichos efectos me son de sobra conocidos. En cambio, Max Hastings abandona el formato "fotogramas" y en esta última parte lleva a cabo una narración ordenada cronológicamente de los tejemanejes diplomáticos y políticos que antecedieron y sucedieron a Hiroshima. Su veredicto: Los japoneses se habían ganado que les tiraran el petardo nuclear por sus tácticas desesperadas que manifestaban su indisposición a rendirse aún a costa del sufrimiento de gran parte de su propia población. También termina diciendo que los nipones son unos cabroncetes porque no han mostrado arrepentimiento por sus crímenes de guerra en la misma medida que los alemanes.

 El último título que leí este verano trata acerca de la batalla más sangrienta de la Guerra Civil Norteamericana. Lo compré por recomendación de www.slate.com , la revista de información yanki que leo habitualmente. El libro trata dos temas que perfectamente podrían haberse separado en dos partes: la propia batalla de Antietam y las complicadas relaciones entre Lincoln y su principal general en ese momento, George Brinton McClellan.

La primera mitad del libro trata sobre todo de los aspectos políticos de dicha relación. Según parece, el tal McClellan no sólo se consideraba a sí mismo como un buen general, sino también como el salvador de la nación. Esa convicción le llevaba a extralimitarse en sus funciones y tontear con la política. De manera más específica, tonteaba con la oposición a Lincoln dentro de la Unión. Cavilaba sobre la posibilidad de derrocar a Lincoln y establecer una dictadura militar, y consideraba que la guerra tenía que finalizarse mediante un acuerdo con la Confederación que la reintegrase en la Unión a cambio de mantener la esclavitud.

Como general, McClellan era bastante paquete. Imaginaba que el enemigo tenía tropas que no existían en la realidad, y era reacio a moverse y tomar la iniciativa. En el mundillo de los wargames sería el típico jugador con AP (análisis-parálisis).

Esta primera parte del libro es algo rollo, pero hacía la mitad del mismo el autor comienza poco a poco a meterse más a fondo con la invasión de Maryland por parte del ejército confederado en el verano de 1862. Las operaciones se narran de manera interesante, y la tensión en la narración de las mismas va incrementándose poco a poco hasta llegar al momento de la batalla, cuya narración es más detallada y ocupa un 30-40% del libro. El encuentro es contado también de manera comprensible y nada densa.

Tras la batalla, que terminó en un empate aunque los confederados tuvieron que irse (a mí el resultado me recuerda a la batalla de Mar del Coral), Lincoln aprovechó la euforia por haber parado los pies a los confederados para hacer pública una Proclamación de Emancipación que tendría efecto desde el 1 de enero de 1863, aboliendo la esclavitud de manera definitiva y considerando como liberados a todos los esclavos, incluso aquellos que estaban bajo control confederado.

Es entonces cuando el libro retorna al ensayo sobre política, aunque ésta parte es más interesante que la que iniciaba la obra. Analiza varios vaivenes de política que culminaron cuando finalmente Lincoln le dió la patada a  McClellan el 7 de noviembre de 1862 y lo relevó del mando.

De las ideas más interesante que aparecen en esta última parte del ensayo está la noción de que la abolición de la esclavitud fue una medida excepcional - al igual que otras que Lincoln tomó junto con la Proclamación, como la suspensión del habeas corpus y la confiscación de propiedad rebelde - que tan sólo fue posible gracias a la excepcional situación de la guerra. Irónicamente, como dice un miembro del gabinete de Lincoln, los estados sureños habrían podido mantener durante largos años la institución de la esclavitud si no se hubieran separado e ido a la guerra. En los "estados norteños" la abolición de la esclavitud no tenía demasiados apoyos. Esto sirve para dar una idea de los riesgos políticos que Lincoln asumió con la Proclamación.

Un libro interesante, bien construido, y que gustará a cualquiera que sienta curiosidad por el tema.

Y ahora, a seguir leyendo los libros que me prestó C_M si no quiero que me mate a patadas...