jueves, 30 de mayo de 2013

Lecturas vacacionales

Es cuando me encuentro de vacaciones, como ha sucedido este mes, cuando tengo tiempo para hacer cosas que me gustan pero que no hallo momento para realizarlas. Una de esas cosas es husmear en librerías.

Así fue como, en una librería especializada en libros publicados en inglés, me topé con "The Rise and Fall of Ancient Egypt".


No conocía ni conozco al autor de nada. El título - tal vez impuesto por el editor - evocaba ese pedazo de clásico de William Shirer, "The Rise and Fall of the Third Reich". En la contraportada que el libro narraba la historia de Egipto desde la prehistoria hasta la muerte de Cleopatra y la anexión de la nación ribereña por el Imperio Romano.

Ya había leído un libro con el mismo tema. "Historia de Egipto" de Isaac Asimov. Los libros de historia de Asimov son bastante buenos para lo que son: una introducción a la historia. Su pega es que son un tanto superficiales, y se escribieron hace ya tiempo, con lo cual algunas cosas que narran tienen nuevos aspectos a raíz de recientes descubrimientos.

Puedo decir que no me he arrepentido de la compra. Leer este libro durante mis vacaciones ha sido un placer. La prosa es bastante aceptable, y he ganado en perspectivas y conocimientos que antes no tenía. No obstante, he de advertir que tiene y no tiene el libro, para que nadie se genere expectativas que puedan resultar frustradas.

El peso fuerte del libro recae sobre el aspecto político. Una y otra vez el autor lee entre líneas en los monumentos y papiros que quedan de aquellos 3.000 años y nos recuerda repetidamente que el poder faraónico era - en esencia - brutalmente represivo. Me resulto especialmente gracioso, a la par que acertada, la comparación que el autor realiza en un momento de la obra entre las ciclópeos monumentos de los faraones y otros monumentos ridículamente enormes que suelen ser levantados por orden de modernos tiranos como, por ejemplo, la familia dirigente en Corea del Norte.

Y es que para los reyes del Egipto Antiguo era vital hacer visible su poder, mediante la construcción de monumentos, y reforzar dicho poder convirtiéndose primero en elegidos de los dioses, luego en sus hermanos, después en sus acompañantes, y finalmente - culminando en el reinado de Akhenatón - en dioses mismos. Todo este asunto de la deificación de los gobernantes nos puede parecer absurdo. Sin embargo con ese cuento es como los obispos de Roma llevan chupando del bote desde hace más de mil años. Y esa comparación no aparece en el libro de Toby Wilkinson, es de mi propia cosecha.

En cuanto la autoridad faraónica flaqueaba, las fuerzas que hasta entonces habían permanecido oprimidas o controladas ganaban protagonismo y lograban hacerse con el control en el antiguo Egipto. Esto sucedió varias veces durante esos 3.000 años que el libro narra, e incluso se puede decir que en su conjunto fueron más abundantes los períodos de debilidad y caos que los de estabilidad política y poderío. El autor nos lo recuerda con frecuencia, y con ello pone en su sitio esa errónea visión del antiguo Egipto como una balsa de aceite, un remanso inmutable durante esos 3.000 años.

Lo que se queda fuera del libro son muchos temas acerca de la cultura, las operaciones militares, la sociedad, el arte, la religión, y las costumbres cotidianas. Estos temas aparecen, aunque de tratados de manera fugaz, o tan sólo puntualmente detallada, y subordinada a las acciones de los actores principales: los reyes de Egipto. Las batallas de Meggido y Kadesh aparecen narradas con algo más de detalle. El canal que comunicaba el Nilo con el Mar Rojo recibe una mención de pasada y algo tardía. No se menciona nada de la desecación de la laguna de Fayum, ni se cuenta nada de la supuesta expedición fenicia pagada por el faraón Necao que rodeo África. Aunque lo cierto es que la única fuente de este viaje es Heródoto, conocido por ser un trolero de cuidado.

En algunas pocas páginas un torrente de nombres raros de lugares y personas hace su aparición de manera abrumadora. En esos momentos lo normal es despistarse totalmente y no enterarse de quién hizo qué en dónde. Afortunadamente, sucede muy pocas veces, y el libro está lo suficientemente bien referenciado y acompañado de mapas como para ayudar al lector si éste quiere hacer una pausa y tomarse un momento para las consultas.

El libro en inglés tiene unas 550 páginas sin tener en cuenta glosario, bibliografía e índices. Esta obra también está publicada en español, con un conteo de 704 páginas, de las cuales seguramente muchas corresponden a esos anexos que ya he mencionado. Eso sí, es algo caro. Más de 30€. Yo compré mi edición por 22€.

Tras leer el libro no he podido evitar hacer algunas reflexiones personales sobre el tema. La fragilidad de la autoridad central en el antiguo Egipto ha sido una de los aspectos más reveladores del libro. Aislados durante 2.000 años de enemigos extranjeros poderosos por los desiertos y mares limítrofes, la principal amenaza a la autoridad del faraón procedía del interior del propio país. Esto es lo que se encuentra tras los monumentos y los ritos religiosos. 

Lo llamativo - al menos para mí - es que en todos estos monumentos, títulos y ritos religiosos de los que se servían los faraones, estos monarcas tendían siempre a replicar el pasado aunque fuera haciéndolo más grande y lujoso cuando los medios lo permitían. Así, hay cierta evolución en las formas, pero nunca hay realmente innovación. 

Innovar en el antiguo Egipto hubiera supuesto renunciar a un pasado glorioso que se utilizaba para justificar el régimen en cada momento, y esa renuncia hubiera conllevado inestabilidad política y fragmentación. Como consecuencia de esto, la civilización egipcia antigua se nos aparece como extraordinariamente conservadora e inmutable.

Sin embargo, tal sistema únicamente era sostenible en medio del aislamiento geográfico. Y este aislamiento finalizó al acabar la Edad de Bronce - en torno al siglo XII a. de C. -. Fue entonces cuando el Egipto antiguo se vio confrontado con nuevos pueblos con formas diferentes de hacer las cosas, y la civilización egipcia fue - en mi opinión - incapaz de afrontar los nuevos retos que estos pueblos planteaban. Ello hubiera requerido innovación. El resultado es que, antes de terminar como provincia romana, Egipto tuvo 1.000 años de dominación extranjera. Libios, nubios, asirios, persas, macedonios y - finalmente - romanos. Todos ellos pueblos con capacidad para generar nuevas ideas.

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