lunes, 30 de junio de 2014

Historia de Tres Guerras (V)

GUERRA SUBMARINA SIN RESTRICCIONES

Una última oportunidad para la paz.

Una combinación de factores propició la iniciativa germana para la paz a finales de 1916. En primer lugar destaca el fracaso de la ofensiva de Verdún y de la salida fallida de la Hochseeflotte en mayo de ese año. Una resolución honrosa del conflicto por las armas parecía así vetada a los alemanes. Por otro lado, la ofensiva aliada en Somme también había resultado en un estrepitoso fracaso, a lo que hay que sumar en el Este la contención de la ofensiva de Brusilov con graves bajas tanto para las Potencias Centrales como Rusia, y la debacle de Rumania tras entrar en la guerra del lado de los aliados. De hecho, la pareja de militares que comandaba ahora el ejército - Hindenburg y Ludendorff - no dieron el visto bueno a las iniciativas de paz hasta la conclusión satisfactoria de la campaña rumana. Se pensaba que los reveses de los aliados los harían más receptivos a una propuesta de negociación. Esta era una sensación que se pensaba se reforzaría por los crecientes éxitos de los U-Boote.

El presidente norteamericano Woodrow Wilson se había mostrado anteriormente dispuesto a convertirse en interlocutor de un propuesta de paz de las Potencias Centrales. Sin embargo, inicialmente había que esperar a la conclusión de las elecciones presidenciales de 1916 a comienzos de noviembre. Incluso cuando éstas resultaron en la reelección de Wilson, el gabinete del presidente se encontraba dividido sobre la conveniencia de presentarse como intermediario de los alemanes ante los Aliados. La presión de miembros anti-germanos en el gabinete causo más demoras.

El tiempo también apremiaba a Bethmann-Hollweg, el canciller alemán, quien llevaba dos años conteniendo a los militares para que no diesen otra vuelta de tuerca y empujasen a su país a una vía de no retorno con medidas bélicas cada vez más extremas. Fue por eso por lo que el 12 de diciembre de 1916 hizo pública una oferta para la apertura de negociaciones para un acuerdo de paz. El presidente americano Wilson, por su parte, dio su apoyo a esta iniciativa el 18 de diciembre. 

La respuesta de los Aliados osciló entre la indiferencia y un rechazo teñido con cierta sorna dirigida más que nada la propia población con intenciones propagandísticas. Lo cierto es que terminar la guerra con un acuerdo que mantuviese el status quo anterior a la guerra no fue nunca una opción para Francia y Reino Unido. Estos países no habían ido a la guerra realmente ni por Serbia ni por Bélgica, sino con la intención de acabar con la capacidad germana para intervenir en los asuntos mundiales como potencia. Al mismo tiempo, a estas alturas la guerra ya había generado elevadísimos niveles de endeudamiento con los Estados Unidos, y los Aliados veían en la derrota de Alemania la manera de conseguir que ésta se hiciese cargo de esta deuda por la vía del pago de reparaciones.

Finis Germaniae

El rechazo aliado a la propuesta de negociación genero en Alemania un cierto "efecto rebote". Si bien la oferta de Bethmann-Hollweg había gozado de amplio apoyo - incluso el respaldo público del Kaiser - su rechazo empujó a muchos políticos y militares germanos al extremo opuesto, apoyando ahora a quienes veían la solución en el recrudecimiento de la guerra. La hambruna de la población civil, que con la llegada del tercer invierno de la guerra se hacía más aguda, y las crecientes protestas y huelgas que generaba apremiaban cada vez más.

En este agitado ambiente el memorado "La economía inglesa y la guerra submarina" logró amplia distribución en los círculos de la cúpula militar y política germana, llegando a ser leído incluso por el Kaiser. Elaborado por un grupo de expertos civiles con simpatías nacionalistas al servicio del Estado Mayor de la Marina, el informe concluía que concluía que el Reino Unidos se vería forzado a capitular al cabo de 5 meses si sufría pérdidas mensuales de 600.000 toneladas en su marina mercante.

Ya a comienzos de 1915 y 1916 expertos civiles habían emitido su opinión a favor de la ofensiva submarina contra el tráfico mercante británico. Pero esta vez sus opiniones contaban con el respaldo de datos sobre la cuantía de los submarinos que Alemania disponía realmente, y ofrecía una promesa concreta: la derrota de Inglaterra y con ella el fin de la guerra en el oeste en el plazo de cinco meses.

Pero, ¿se podía lograr esta cifra de hundimientos de 600.000 toneladas al mes?. Hasta entonces, la cifra más alta lograda habían sido 334.000 toneladas en octubre 1916. Sin embargo, al Estado Mayor de la Marina si le salían las cuentas... siempre y cuando se eliminasen las últimas limitaciones al arma submarina y se autorizase la guerra submarina sin restricciones. 

Su argumento era el siguiente. La modestia de las cifras logradas hasta entonces estaba causada por las restricciones impuestas a los comandantes de los U-Boote, que tenían que dedicar para cada barco cierto tiempo para la inspección de la carga en el caso de los neutrales, y cerciorarse de que la tripulación podía evacuar el barco y se encontraba segura. En ocasiones incluso se dejaba pasar a algunos buques cuando el estado de la mar no garantizaba la supervivencia de los potenciales náufragos. Además, la prohibición de atacar buques de pasajeros permitía que muchos de estos fuesen utilizados para el transporte de tropas y equipamiento militar justo delante de las mismísimas narices de los alemanes. El razonamiento estaba claro. Si se levantaban todas las restricciones, los comandantes de los submarinos podrían atacar sin previo aviso, sin distinguir entre neutral o enemigo, y sin tener que preocuparse por el bienestar de los supervivientes. Actuar así requería menos tiempo por barco hundido, y así cada sumergible podría hundir más barcos en el mismo período de patrulla. Además, al atacar sin restricciones habría más blancos disponibles.

Había un serio inconveniente. El lanzamiento de la guerra submarina sin restricciones alienaría a los Estados Unidos hasta el punto de empujarlos a la guerra en el bando de los aliados. Nadie se hacía ilusiones acerca del papel decisivo que un país con semejantes recursos humanos y materiales tendría en el resultado de la guerra. Sin embargo, aquí entraban en juego el cálculo del tiempo y las distancias. En enero de 1917 el ejército de los Estados Unidos apenas alcanzaba los 100.000 hombres. Una cantidad insignificante en una guerra en la que luchaban millones. Era previsible que transcurriese tiempo - se estimaba un año - antes de que los americanos pudiesen formar una fuerza de cantidad suficiente como para tener cualquier efecto. Sin embargo, la guerra submarina ya habría resuelto el conflicto en el plazo de 5 meses, con lo que a los "yankees" no les daría tiempo para hacer sentir su potencial en la guerra. E incluso si les daba tiempo, sus refuerzos tendrían que llegar a Europa a través de aguas infestadas de submarinos alemanes que seguramente podrían enviar al fondo del mar a muchos de ellos.

La decisión a favor del levantamiento de toda restricción al arma submarina germana se tomo en una reunión entre dirigentes militares y políticos en el cuartel general alemán, en la localidad de Pless en Silesia, el 9 de enero de 1917. En vano intentó Bethmann-Hollweg oponerse como ya llevaba haciendo durante dos años. Pero toda la serie acumulada de factores que hemos estado viendo hasta ahora habían desgastado su posición, y el fracaso del intento negociador le había puesto la puntilla final. Por si fuera poco, los militares habían preparado cuidadosamente esta reunión, y antes de la misma habían acordado reemplazar a Bethmann-Hollweg como Canciller si se negaba a firmar la orden. Si algo demuestra hasta que punto Alemania se encontraba en manos de los militares, es esta reunión de Pless.

Con resignación el Canciller estampo su firma en la orden que levantaba las restricciones operativas del arma submarina. Un año antes, cuando abogaba por mantener esas restricciones avisaba que la guerra submarina sin restricciones supondría "Finis Germaniae", "el final de Alemania". Ahora, sin más confianza que entonces en las promesas del Estado Mayor Naval, se veía forzado a respaldar públicamente una medida cuyo único resultado cierto era una expansión de la guerra.

Éxitos sin precedentes

El 31 de enero de 1917 se anunció que la ofensiva sin restricciones comenzaría al día siguiente, 1 de febrero. Se declararon unas zonas de bloqueo alrededor de las islas británicas y la costa francesa en las cuales se atacaría "con todos los medios a cualquier tráfico marítimo".

Lo mismo que la Segunda Ofensiva de 1916 nunca se había detenido del todo realmente, de manera que la "Tercera Ofensiva" fue una prolongación de la ofensiva anunciada en invierno de 1916 a la que se habían vuelto a unir los submarinos de la Hochseeflotte, el inicio de la Guerra Submarina sin restricciones fue realmente una prolongación de la Tercera Ofensiva. No hubo interrupción entre una ni otra, tan sólo un "cambio de reglas" con efecto a partir del 1 de febrero de 1917. Mas ya no iban a suceder más interrupciones, ni cambios importantes en las instrucciones a los comandantes hasta el final de la guerra en noviembre de 1918. La Guerra Submarina sin Restricciones había venido para quedarse.

Con febrero de 1917 se inicio un período "mágico" para el arma submarina germana. Ese mes se rozó el medio millón de toneladas hundidas. Dicha barrera psicológica y otra - la de los trecientos barcos hundidos - fueron ampliamente superadas en marzo con 548.000 toneladas y 355 barcos respectivamente. En abril, mientras en los cielos de Flandes las aviaciones germana y británica luchaban su "Bloody April", en el mar los U-Boote alcanzaban la cúspide de sus éxitos con 841.000 toneladas y 458 barcos hundidos.

En tan sólo tres meses de 1917 los U-Boote ya habían hundido un 150% del tonelaje que había sido enviado al fondo del mar en todo 1916. El tonelaje hundido en abril de 1917 representa por si sólo el 7% del total hundido en los 52 meses de la guerra. En todo 1917 se hundió prácticamente la mitad de las casi 12 millones de toneladas de mercantes aliados y neutrales víctimas de la PGM.

Se pueden considerar estas cifras como una reivindicación de la tesis largamente postulada por el Admiralstab de que únicamente con el levantamiento de las restricciones operativas sería posible un triunfo decisivo de los submarinos. No obstante, si se examinan los datos de manera más atenta se puede ver que hubo más factores a tener en cuenta que un cambio de tácticas.

Lo fundamental es que - simple y llanamente - había más submarinos disponibles. Si en enero de 1916 la marina alemana tenía 41 sumergibles disponibles en todos los frentes, una año más tarde esta cifra superaba el centenar. Se contaba además con unidades más poderosas y con mayor alcance, sobre todo en lo que a los UB y UC se refiere.

Esta potencia numérica fue acentuada además por dos medidas concretas. Por un lado se trasladaron unos 6 sumergibles desde el Mar Báltico al Mar del Norte, quedando en el primero sólo dos unidades, una cifra tan baja como no la había habido en esa zona desde junio de 1915. Pero más importante fue la suspensión inmediata y por un período indefinido de todo tipo de trabajo de mantenimiento en los U-Boote y de todos los permisos de sus tripulaciones. La Kaiserliche Marine tenía fijado el objetivo de tumbar a Gran Bretaña en sólo seis meses, y para ello estaba dispuesta a hacer un esfuerzo máximo y concentrado a cualquier precio.

Los Estados Unidos entran en la Guerra.

En el mismo mes en el que dicho esfuerzo cosechaba sus mayores frutos la decisión por la Guerra sin Restricciones obtenía otro resultado bien diferente: la entrada de Estados Unidos en la guerra dentro del bando aliado.

Como ya hemos estado viendo hasta ahora, el principal motivo que el Canciller y la secretaría de exteriores alemanes habían presentado para resistir las demandas de los militares para recrudecer la guerra levantando las restricciones operativas a los submarinos había sido precisamente evitar que los Estados Unidos se uniesen a la Triple Entente, lo que se consideraba que tendría un peso decisivo en la guerra. Las Potencias Centrales ya tenían bastantes problemas para lidiar con sus enemigos que ya tenían, como para que encima se les uniese uniese un país que se estaba convirtiendo en el más poderoso del mundo a pasos agigantados.

El evento desencadenante de la declaración de guerra norteamericana fue el asunto del Telegrama Zimmermann. Tras la decisión por la Guerra Submarina sin Restricciones, el secretario de exteriores alemán Arthur Zimmermann envió un telegrama codificado al embajador germano en México para que hiciera una propuesta a ese país para apoyarles en una posible guerra contra E.E.U.U. por compensaciones territoriales a costa de los "yankees", en caso de ganar la guerra, claro.

Los ingleses no sólo podían descifrar la clave naval alemana, también la diplomática. Cuando interceptaron y descodificaron el mensaje, pensaron que sería buena idea pasárselo a los norteamericanos a ver que pensaban del asunto. Naturalmente, que un país europeo tratase de conspirar, aunque fuese torpemente, con un país vecino en perjuicio suyo les cabreó soberanamente. La opinión pública pedía a gritos la guerra, y eso fue lo que el Congreso votó el 6 de abril de 1917.

Visto con la perspectiva moderna, el incidente del Telegrama Zimmermann revela una tremenda torpeza diplomática por parte de Alemania. Según esta perspectiva fue dicho incidente el motivo para la declaración de guerra. Pero este punto de vista es incompleto y falso. El auténtico motivo para declaración de guerra era la Guerra Submarina sin restricciones, que causó bastante animadversión contra Alemania en los E.E.U.U., y no menos aún en su presidente - Woodrow Wilson - quien apenas mes y medio antes se había presentado voluntariamente ante la comunidad internacional como interlocutor de una propuesta germana de acuerdo de paz. La decisión alemana por el levantamiento de las restricciones le había dejado políticamente "en el aire". El 3 de febrero de 1917 - tres días tras el anuncio de la Guerra sin Restricciones - los Estados Unidos rompían sus relaciones diplomáticas con Alemania. Pocos días más tarde, el gobierno norteamericano daba orden de armar con cañones los buques mercantes de su país. Todo ello mucho antes de que los británicos hiciesen conocido el telegrama.

El envío del mensaje por parte de Zimmermann más que un acto de torpeza fue un "de perdidos, al río" que reconocía que la decisión tomada en cuanto a los submarinos iba a meter a la potencia americana en la guerra pasase lo que pasase. La Guerra Submarina sin Restricciones fue el motivo real de la entrada norteamericana en la PGM. Un motivo que por si sólo no bastaba para - dentro de la democracia estadounidense - unificar a todas las fuerzas del país detrás del esfuerzo bélico. Para ello hacía falta una excusa, un evento particular y publicable en los medios de la época para que la opinión pública fuese de repente consciente de sus propios motivos para entrar en la guerra y el país diese finalmente el paso. Esa excusa al final fue el Telegrama Zimmermann, pero podría haber sido cualquier otra cosa, como la muerte de más ciudadanos norteamericanos en otro inevitable choque entre U-Boote y mercantes americanos, o el fallecimiento del Presidente Woodrow Wilson al atragantarse con un "pretzel".

Lo cierto es que, por su nivel de apoyo a los aliados, los Estados Unidos se encontraban ya bastante involucrados en el conflicto en favor del bando aliado. La inversión financiera estadounidense en los países aliados - sobre todo Reino Unido - era ya de por sí una motivación muy importante para entrar en el conflicto, decidirlo en favor de los acreedores, y comenzar a liquidar deuda antes de que ésta creciese demasiado y los países que habían tomado préstamos se volviesen totalmente insolventes. No cabe duda que este factor propiciaba el apoyo de los círculos financieros a la entrada americana en la guerra, pero no es posible convencer a la población de un país para meterse en la guerra más grande de todos los tiempos solamente para que los banqueros puedan cobrar sus deudas.

Convoyes y otras contramedidas.

Durante los tímidos comienzos de la primera ofensiva submarina en febrero de 1915 las autoridades británicas habían utilizado el arma submarina germana como objeto de mofa. Para finales de 1916 dicha arma había quintuplicado la cantidad de sumergibles operativos y su efectividad causabas pérdidas severas, aunque llevaderas. El inicio de la Guerra sin Restricciones incrementó esas pérdidas hasta niveles insostenibles. La situación llegó a ser tan seria que durante varias semanas ningún buque neutral se atrevió a dirigirse a las Islas Británicas. En el Almirantazgo cundía la alarma.

Esta institución se encontraba a la sazón dirigida por John Jellicoe, el almirante que había dirigido la Home Fleet durante los dos primeros años de la guerra hasta su encuentro en Jutlandia con la Hochseeflotte. Aunque algunos historiadores - en particular Massie en su Castles of Steel - consideran que este almirante salvó a Gran Bretaña al no exponer su flota innecesariamente, lo cierto es que ya en su época existía cierta polémica en torno suya. Para muchos no era lo suficientemente "lanzado" y que por lo general era una persona poco dada a la innovación.
Lord John Jellicoe

Cuando en otoño de 1916 las cifras de hundimientos de mercantes obtenidos por los submarinos alemanes comenzaban a incrementarse, se barajó dentro del Almirantazgo la posibilidad de introducir el sistema de convoyes protegidos.

El convoy protegido es tan viejo como la marina mercante y la piratería que siempre ha predado sobre ella. Ya en la antigüedad se encuentran abundantes menciones a agrupaciones de buques de transporte escoltados por barcos de guerra más ágiles, generalmente transportes de tropas durante guerras. En la historia naval de España, los éxitos tan puntuales como recordados obtenidos por piratas y corsarios contra la Flota del Tesoro que traía a la península metales preciosos desde América no deben desviar la atención del hecho que durante más de doscientos años el sistema de convoyes fue empleado por la Armada Española con un éxito constante.

Sin embargo, John Jellicoe en su papel de Primer Lord del Almirantazgo se resistió a agrupar el tráfico mercante inglés en convoyes. Sus argumentos eran la falta de disciplina de la marina mercante, que dificultaría la navegación en formación, y que al concentrar tantos barcos en una misma agrupación un único submarino alemán podría "darse un festín" atacando de manera indiscriminada hacía la masa de barcos agrupados. Era mejor dejar que los barcos navegasen de manera individual y que los submarinos alemanes dedicasen un cierto esfuerzo y tiempo en hundir cada barco uno por uno. Cabe también añadir que la adopción de un sistema de convoyes implica de manera automática una reducción en la capacidad de carga del 10-15% de la flota involucrada, pues los barcos tienen que aguardar en puerto hasta que todos los componentes del convoy están listos, el trayecto se tiene que hacer a la velocidad del navío más lento del grupo, y es fácil que la llegada súbita de un gran número de barcos sobrecargue la capacidad de estiba de los puertos de llegada. Un obstáculo irresoluble era que la cantidad de buques de escolta de los aliados era insuficiente para proveer de escoltas a los convoyes, y la capacidad de producción de más buques de escolta tenía que competir con la de buques mercantes necesarios para reemplazar las pérdidas.

Dado que la táctica del convoy es tan antigua y de efectividad tan probada, resultó ser una idea difícil de matar con una simple negativa. El creciente éxito de los submarinos germanos a comienzos de 1917 trajo consigo el retorno de la idea de los convoyes al Almirantazgo, esta vez con más respaldos, sobre todo el del Primer Ministro Lloyd George. Este político pasó buena parte de su mandato batallando contra sus propia cúpula militar para que condujesen la guerra de manera un tanto diferente a la que hasta entonces había generado muchas bajas por escasos resultados.

Con este apoyo político y la propia presión de las cada vez más astronómicas cifras de hundimientos Jellicoe termino cediendo y comenzó con algunos convoyes experimentales en mayo de 1917, hasta que el sistema se introdujo de manera más general a partir de agosto de ese año. A ello contribuyó de manera importante la entrada de los Estados Unidos en la guerra. Si bien el ejército de este país era insignificante en relación a los europeos, su marina de guerra era la tercer más numerosa del mundo, y sus buques de escolta se sumaron de manera casi inmediata a los de la Triple Entente haciendo posible la generalización de los convoyes.

En el ámbito defensivo la introducción de los convoyes fue - por razones que veremos más adelante - la medida que por sí misma más contribuyo al declive de los U-Boote del Kaiser. No obstante, al mismo tiempo que los convoyes eran introducidos, otras medidas de índole más ofensiva entraban en vigor o alcanzaban su madurez.

La más importante de estas era la mina acuática. Finalmente en 1917 los ingleses se dieron cuenta de que sus minas eran bastante ineficaces y - según Cristino Castroviejo - solventaron rápidamente su falta copiando el modelo de mina alemán.

Fabricar minas efectivas era tan sólo la mitad de la solución. La otra mitad consistía en desplegarlas, y aquí las fuerzas navales aliadas en su conjunto desplegaron un nivel de actividad y decisión que les había faltado en los dos años y medio anteriores. Se llevó a cabo un intenso programa de minado en los "cuellos de botella" geográficos del Canal de la Mancha y el Estrecho de Otranto, que conectaba el Mar Adriático con el resto del Mediterráneo. En estos puntos neurálgicos se mejoraron - tras varias pruebas y errores - las tácticas de patrulla y bloqueo, y se incorporaron más naves de patrulla y más y mejores medios, como redes antisubmarinas.

Pero de todos las líneas defensivas de minado es inevitable hablar del Gran Barraje del Norte. La mayor operación de minado de la historia tenía como objeto cubrir de estos artefactos explosivos todo el trecho de mar que separa Escocia de Noruega, por el cual tenían que pasar forzosamente los U-Boote una vez que el Canal de la Mancha fue efectivamente bloqueado. Fue ante todo un proyecto norteamericano, que revela la capacidad que dicha nación ya tenía para "pensar a lo grande", que empleó minas específicamente diseñadas para su despliegue en aquellas aguas especialmente complicadas para el minado por su amplitud, sus corrientes, y su profundidad.

Con respecto a los medios empleados en él, los resultados del Gran Barraje del Norte resultaron más bien modestos. Los campos de minas más efectivos y dañinos tanto para los submarinos alemanes como para la Kaiserliche Marine en general los plantó la marina británica ante sus mismas puertas, a poca distancia de los puertos alemanes en el Mar del Norte. Dichos campos de minas se cobraron una mayor cantidad de víctimas entre los sumergibles germanos que cualquier otra operación de minado, y resultaron un estorbo de tanta importancia que ya a finales de 1917 muchos submarinos alemanes se veían obligados a tomar una ruta más larga por los estrechos de Dinamarca para poder entrar en el Mar del Norte.

El despliegue de estos campos frente a las costas alemanas fue posible no sólo por la supremacía naval británica, sino también por el escaso nivel de desarrollo que aún tenía la aviación. Durante la Segunda Guerra Mundial la supremacía naval británica era incluso mayor, pero se atreverían a desplegar vastos campos de minas tan cerca de la costa germana sólo muy al final del conflicto, cuando la Luftwaffe ya era sólo un recuerdo de si misma. Esta falta de madurez del arma aérea se tradujo durante la PGM en que tan sólo 2 hundimientos de U-Boote fuesen atribuibles a aviones, aunque si resultaban útiles como hostigamiento, pues al avistarlos los alemanes se sumergían inmediatamente.

Toda una gama de desarrollos tecnológicos de guerra antisubmarina (ASW, o Anti-Submarine Warfare, en inglés) alcanzaron ahora su madurez y pudieron ser empleados de manera efecttiva. De estos los dos más importantes eran los hidrófonos y las cargas de profundidad.

Los hidrófonos eran micrófonos adaptados a la escucha bajo el agua, medio especialmente apropiado para la transmisión de sonidos. Una peculiaridad de los mismos era que podían ser "enfocados" de manera que se podía determinar desde que dirección un ruido provenía con más fuerza, y con ello tener una idea de la localización de su origen. Las posibilidades de localización se incrementaban si dos barcos con hidrófonos participaban en la tarea, de manera que entre ambos pudieran triangular las diferentes procedencias de sonido. Esta detección por "sonar pasivo" - como se denomina en la jerga naval - no sólo requería de unos micrófonos lo suficientemente desarrollados tecnológicamente, sino también un personal adecuadamente entrenado que supiera distinguir los sonidos causados por un submarino de entre los muchos que podían escucharse debajo del agua. Además, era preciso que el barco que portaba los hidrófonos navegase lentamente o estuviera parado para que las vibraciones del propio casco, las hélices y la maquinaria no interfirieran con la escucha.

Las cargas de profundidad son algo tan simple como una carga explosiva con un detonador activado por presión del agua que se arroja directamente encima del blanco. La carga explosiva era bastante importante, en torno a los 100 kilos, pero eso no evitaba que para causar daños a un submarino tuviera que explotar relativamente cerca del mismo. Como resultado de esta limitación, el hundimiento de un submarino mediante cargas de profundidad era un proceso que podía llevar varias horas y un número bastante grande de cargas lanzadas medio a ciegas sobre una localización aproximada del objetivo, obtenida previamente mediante sonar pasivo. Su efectividad en relación al coste puede que no fuese muy grande, pero era un arma sencilla de construir y que estaba ya disponible antes de que se hubiera podido desarrollar otra más compleja y precisa.

Todas estas armas y tácticas sirvieron para derrotar en defensa o en ataque a los U-Boote. No obstante, incluso en su ausencia es bastante seguro que los submarinistas germanos hubieran fracasado en su intento de doblegar al Reino Unido. La razón para ello se encuentra en el efecto más directo y previsto que el comienzo de la Guerra Submarina sin Restricciones tuvo sobre la Gran Guerra: la entrada de los Estados Unidos en el conflicto.

Los Estados Unidos de América con su crecientemente gigantesco potencial industrial simplemente hicieron saltar por los aires cualquier cálculo previo sobre las toneladas de mercantes que era preciso hundir para triunfar sobre Inglaterra. Al unir los astilleros americanos a los del resto de los aliados, 600.000 toneladas hundidas al mes ya no eran suficientes para alcanzar la victoria, ni mucho menos en seis meses como se habían prometido los militares germanos al tomar su decisión. Es decir, que por muchos barcos que hundiesen los submarinos, ya no les era posible ganar la guerra en el mar. Ya sólo por esto, y aunque se pueden encontrar más razones, cabe calificar la decisión alemana por la Guerra Submarina sin Restricciones como un tremendo error estratégico.

Hacía finales de 1917 su resistencia a introducir los convoyes contribuyo a que Jellicoe abandonase su puesto en el Almirantazgo. Para cuando dejó este cargo, la derrota de los U-Boote y la supervivencia del esfuerzo bélico británicos eran ya evidentes. Ya tan sólo queda relatar su declive final y sacar conclusiones del mismo.

jueves, 19 de junio de 2014

Este no ha sido mi campeonato

Tras escribir artículos de estrategia de Friedrich, narrar docenas de partidas del mismo juego, y anunciar por aquí y por allá el CAFE 2014, al llegar éste sólo alcanzo una muy modesta 15 posición de 19 participantes. ¡Vaya!. ¿Qué consejos puede dar, y que análisis de partida puede hacer quien se queda en la parte baja de la clasificación al jugar el campeonato?.

Alguien tiene que hacerlo. Llevo ya un par de años escribiendo regularmente acerca de este juego en el blog, y no puedo dejarlo así de repente porque haya sufrido una debacle en un torneo. Como muchas ocasiones en la vida, no me queda más remedio que "echarle morro" y seguir p'alante.

El CAFE 2014 ha tenido lugar este último fin de semana, desde el viernes 13 de junio por la tarde hasta la noche del domingo 14 de junio en el Albergue San Fermín en Madrid. El mayor éxito ha sido la asistencia. Ha habido 19 participantes plenos en el campeonato, amén de otros que jugaban como jugadores de complemento para llegar al número redondo de 20 en cada ronda. Hemos tenido asistentes de Alemania, Estados Unidos, Holanda, Suecia, Reino Unido, Cataluña y Madrid. De parte mía y de Ringard - quien ha hecho todo el trabajo de organización - nuestro más sincero agradecimiento a todos por vuestra participación. 

Y ahora voy a contar mis partidas y como he acabado en una posición más bien miserable, para lo que se podía esperar de mí.

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La noche anterior al campeonato habíamos quedado con los extranjeros asistentes al mismo en un bar de la capital. Entre eso y el comienzo de mi jornada laboral en la mañana del viernes el tiempo fue algo breve, y así fue como inicie el campeonato de manera un tanto apresurada.

En mi primera partida jugaba como prusiano contra dos caras conocidas. Will como ruso y JM como austríaco. A mí derecha como francés se sentaba Mce., de Holanda.

Los primeros 5-6 turnos fueron para mí frenéticos y desordenados. Atacaba a ultranza a aquél general enemigo que se me ponía a mano. JM me cercó hábilmente por tres lados en diamantes en Silesia, y aunque logre romper el cerco, la batalla marcó el final del predominio de los diamantes en mi baraja. Enmendé la plana metiendo un prusiano con 8 tropas en una posición en la cual cayó por hambre. Más tarde las echaría en falta.

Final de mi primera partida. Doble victoria sueca y austríaca.
Contra Francia establecí un triángulo defensivo con un general prusiano haciendo retiradas automáticas de 1 espacio en torno a Magdeburgo. Ya sólo muy al final Mce. unió dos generales franceses para desequilibrar esta defensa, pero era demasiado tarde.

Will y JM jugaron con mucha habilidad, a lo cual hay que añadir mi mal juego de los primeros turnos. Tras estos me tranquilice un poco y jugué a demorar a mis contrincantes todo el tiempo posible, lo cual logré hasta el turno 20. Abandoné Sajonia y concentré mi defensa en el cuadrante de picas de Silesia. Había recibido un buen número de cartas de ese palo, y tras la batalla de cerco en diamantes JM tardó un tiempo en volver a atacarme, aunque cuando ya lo hizo fue incesante y me supuso un desgaste tremendo.

No menos tenso era el frente ruso. Will se quedó pronto sin tréboles, pero eso no le impedía retornar con superioridad numérica y quitarme algunos más de la mano. Especialmente hábil fue su manejo del ejército sueco, que me quitó más cartas de tréboles. En un momento entre los turnos 15-18 tuve que gastar muchos tréboles que me hubieran sido útiles en Silesia en intentar evitar que Suecia conquistase su último objetivo secundario: Cammin. Cuando Will por fin lo consiguió, "mató" por hambre al general sueco para hacerlo reaparecer más al oeste, dónde yo había liberado dos de los objetivos primarios. Una táctica muy elegante.

A pesar de perderla es una partida con la que estoy muy contento y que fue muy interesante. Las reducciones de subsidios salieron en los turnos 13 y 17 y, junto con la longevidad de mis enemigos, contribuyeron a mi derrota. Al final ganaron simultáneamente Austria y (por un despiste mío) Suecia. Considero que mis malas jugadas en las primeras rondas evitaron que aguantará los 2 turnos que aún quedaban para proclamarme ganador. La próxima vez me tomó el día libre del curro para poder llegar más descansado.

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A la mañana siguiente era otro conocido, C_M, quien hacía de prusiano en mi mesa. Yo me sentaba delante suyo como austríaco. A mi derecha Rusia la llevaba Friki, nuestro amigo del Club Dragón que nos va a acompañar en otoño al campeonato de Berlin. A mi izquierda jugaba con Francia AF, única participante femenina y que había hecho todo el viaje desde Girona para participar en un campeonato de un juego con el que sólo había jugado una vez antes.

Esta partida duró 16 turnos, pero se acabo en los turnos 6-7. Antes de estos estaba bastante confiado en que los aliados pudieran ganar a Prusia. AF limpió los dos generales hannoverianos y sus 12 tropas en el turno 3-4. Al mismo tiempo yo conseguía hacer que C_M cayese en una emboscada en Silesia y le limpiaba de diamantes con mis corazones.

Pero entonces, sucesivamente, murió la zarina el turno 6 y los franceses perdieron India en el turno 7. En lo que quedaba de la partida no salió una sola reducción de subsidios prusianos para equilibrar las fuerzas, de manera que Prusia y Hannover robaban tantas cartas como el resto de aliados juntos. C_M adivinó que Francia estaba escasa de picas, y atacó con sus prusianos al francés en ese palo, lo que paró a AF en seco.

Por mi parte, el desequilibrio de fuerzas no me impidió expulsar a Prusia de Sajonia. También llegué a montar otra emboscada en Silesia por la que, sacrificando 2 generales austríacos y unas 10 tropas, conseguí limpiar con mis tréboles las picas de la mano de C_M. Esto, sin embargo, me salió mal lo mismo que la anterior emboscada de diamantes porque jugué demasiado tiempo a igualar la puntuación de mi adversario y ello le permitió huir/contraatacar. En este tipo de batallas que se juegan para hacer desaparecer un palo concreto de la mano del contrincante es crucial y, al mismo tiempo, muy difícil saber a partir de cuando hay que pasar a jugar en positivo para que la jugada salga al 100% como debiera.

Al final de esta partida sólo tenía la mitad de los objetivos de Austria en mi poder, y mi puntuación en el campeonato se hundió por esta partida más que por ninguna otra.

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En la última de nuestras reuniones periódicas para jugar al Friedrich me había enfrentado como ruso a V. jugando con Prusia. En esa partida había sufrido el trauma de ver como Prusia defendía con todo contra Rusia aún a costa de perder la partida de manera catastrófica en otros frentes. Al sentarnos de nuevo V. y yo en las mismas posiciones para nuestra 3ª partida del campeonato el trauma aún me duraba, y estaba decidido a dejar que V. se desfogase con mis aliados e intentar cosechar con mi prudencia lo que él mismo sembrase con su temeridad.

Otra particularidad de la partida de mayo había sido que el general prusiano 8 tenía el máximo de 8 tropas. En la primera ronda de esta partida V. lo plantó en una posición adelantada, y yo pensé "lo ha vuelto a hacer". Dirigí 14 tropas con 2 generales a Prusia Oriental, y lo mínimo (2 generales con 2 tropas) en dirección a Berlin.

Esto fue un error del que no me dio tiempo a recuperarme. La zarina abandonó la partida en el turno 10. La cosa se agravó aún más porque V. optó por hacer la Opción Ofensiva contra Austria - liderada por Rb. -. Pasados dos turnos sus generales de cabeza estaban sin suministros, y Rb se cerraba sobre sus trenes con una pinza desde el este y el oeste al tiempo que conquistaba varios objetivos. La habilidad de Rb. y el desgaste de cartas de Prusia por intentar salvar su ofensiva llevaron a una victoria en el turno 12. A Francia, liderada por el jugador sueco BvK, le faltaba tiempo para tomar el último objetivo de una defensa prusiana que colapsaba por momentos. 

Yo, por mi parte, estaba a punto de conseguir que los suecos lograsen sus objetivos primarios con ayuda rusa, cuando el destino quiso que dejasen la guerra en el turno 9. Los rusos consiguieron 7 objetivos casi sin lucha. Tardé en limpiar Prusia Oriental, donde el general prusiano al final tenía 4 tropas en vez de 8. Fue la partida que peor jugué de todo el campeonato.

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Para mi cuarta partida del CAFE - y tal como parecía, la última porque ya era imposible clasificarme para la final - contaba con un selecto elenco de jugadores del campeonato de Berlin. El diseñador del juego Richard Sivel se hacía con el control de Prusia. AT, uno de los mejores jugadores de Friedrich sobre el planeta, era el ruso. ML, el único participante estadounidense en el torneo y un veterano de varios campeonatos, llevaba a Maria Teresa.

De nuevo el jugador prusiano optó por una ofensiva contra Austria. Sivel nos contó luego que con las cartas que tenía veía pocas opciones para la defensa, y prefirió intentar la ofensiva para lograr una puntuación alta con la misma aunque en sí misma fracasase. Llegó a ocupar 11 de los 14 objetivos prusianos, pero la primera carta del destino fue un recorte de subsidios y entonces decidió abortar el ataque y hacer caja con la puntuación.

Máxima extensión de la ofensiva prusiana. Al oeste Francia se enfrenta a Hannover en Magdeburgo, pero sin prusianos cerca. En el frente oriental un general prusiano se enfrenta a tres rusos.
Rusia atacaba de manera incesante en su frente, sufriendo bajas y volviendo hasta lograr una victoria simultánea con Austria en el turno 9. Yo, por mi parte forme una pila triple con los generales franceses y avance a través del sector central de picas en pos de los hannoverianos procurando exponerme lo menos posible a un contragolpe en desventaja. No recibí una sola carta de picas hasta el turno 4. Y entonces recibí unas 3 más y dos reservas. Mi avance fue lento, pero seguro. Para mí era otra de esas partidas en las que el prusiano era el peor enemigo de sí mismo. Los aliados iban a ganar sucediese lo que sucediese, y si pisaba el acelerador Prusia desviaría fuerzas hacía mi poniendo las cosas más fáciles a rusos y austríacos. Me encontraba en la situación contradictoria por la que para lograr mi victoria tenía que contribuir a que los prusianos aguantasen un turno más. Tras la partida mantuve esta conversación con AT.

AT: Jugabas tan mal que Prusia incluso pudo desviar un general de tu zona y meterlo en la de Rusia.

Yo: Es que eso es precisamente lo que me proponía.

A pesar de eso, Prusia no pudo aguantar por los pelos hasta el turno 10, que era cuando hubiera podido ganar conquistando los dos últimos objetivos franceses que había dejado en la retaguardia. No tuve un sólo combate contra Prusia, y si unos cuantos contra Hannover, que gané todos.

Mi proceder no fue muy ortodoxo, e incluso era contrario a muchas de mis recomendaciones, pero la situación propiciada por la ofensiva prusiana había provocado una situación tan anómala que requería pensar de manera poco ordinaria. Al final, ganaron mis aliados en vez de yo por muy poco, pero yo volvería a adoptar la misma estrategia. 

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Y así fue como terminó mi participación en el CAFE 2014. Aquella misma tarde del domingo tuvo lugar la final entre C_M de España, AT y Richard Sivel de Alemania, y Ad. de Holanda. La partida tuvo una duración épica de 23 turnos y se prolongó hasta la 1 de la madrugada del lunes 17 de junio. A la conclusión de la misma AT se proclamó ganador del torneo jugando en la final con Prusia.

Se preparará un reporte detallado de la sesión cuyo enlace colgaré de este blog.

miércoles, 11 de junio de 2014

Economía Nazi

Hace muchos años aproveché una estancia en Irlanda para pasarme por varias librerías de Dublin y adquirir varios libros. Mi primera novela de Peter F. Hamilton la compré allí, lo mismo que varios libros de historia de la SGM que por aquel entonces no eran tan fáciles de encontrar en España.

Una de mis adquisiciones ha sido traducida al español y se puede hallar en librerías hoy en día. Me refiero a las Memorias de Albert Speer, arquitecto personal de Adolf Hitler y Ministro de Armamento del Tercer Reich.

La edición que poseo fue titulada "Inside the Third Reich" y adornada con un porrón de esvásticas en un intento del editor de enganchar a un público para el que el nombre de Albert Speer por sí mismo no dijese nada. En el fondo, se trata de otra autobiografía más de esas que inundan las estanterías de las librerías hasta ocupar su propio departamento. Además, siendo Albert Speer un burócrata alejado de los frentes, para el aficionado a la historia de la SGM carece, a priori, del aliciente de las memorias de soldados y oficiales que estuvieron en medio de la acción en primera línea de frente.

Y sin embargo, el libro de Speer resulta ameno, incluso más que muchas narraciones de combate que tienen cierta tendencia a parecerse unas a otras. Aunque comienza como todas las memorias con un capítulo sobre la infancia, la juventud, y la vida familiar, el autor enseguida entra en materia y tras no muchas páginas traba conocimiento personal con Hitler y empieza a trabajar para él.

Desde ahí el libro deriva en dos partes. Una en la que trata su labor como arquitecto del dictador hasta 1942, y otra que comienza en febrero de ese año y que relata sus labores como ministro.

La primera es más interesante para el curioso del Tercer Reich que para el aficionado a la historia de la SGM. Speer es un personaje del entorno personal de Hitler, pero nada más. Su cargo le lleva a tratar personalmente con el líder nazi, pero apenas con nadie más. Aquí y allá surgen anécdotas acerca de las principales personalidades del Reich. El grueso de esta parte lo ocupan los trabajos arquitectónicos para Hitler, siendo la cúspide de los mismos los proyectos de "Germania": la capital del Tercer Reich en la que Berlin iba a ser reconvertida. Su descripción se hace con bastante detalle, y aunque al final Speer reniega un poco de ellos, se nota su fascinación por los ciclópeos planes de construcción. A partir de 1939 la guerra absorbe cada vez más recursos y la tarea profesional de Speer va quedando relegada a un segundo plano.

Y entonces, en febrero de 1942, el hasta entonces Ministro de Armamentos Fritz Todt fallece en un accidente aéreo sobre el cual nunca ha terminado de despejarse la sospecha. Según Speer, él se encontraba cerca del Führer cuando les llego la noticia, y le ofreció inmediatamente el cargo para evitar que Hermann Göring - que era Ministro de Economía, entre otros puestos - ocupase el cargo él mismo o con uno de sus hombres afines.

Y de esta manera tan oportuna comienza la segunda parte del libro. Albert Speer obtuvo grandes logros en su ámbito de la producción de armamentos. Cuando asumió el cargo las cifras se encontraban en el momento más hondo de un declive que se había iniciado en 1941, y con él estas cifras fueron mejorando hasta 1944 cuando se alcanzaron números record de producción justo cuando más arreciaba la lluvia de bombas de la aviación aliada.
Los méritos de Speer tienen hoy en día su reconocimiento en muchos juegos de guerra sobre la SGM, como es este caso de "Barbarossa to Berlin" de GMT.
En su libro Albert Speer nos cuenta poco acerca de como logró mejorar la producción. La mayor parte de la narración trata acerca de su relación con otras personalidades de la Alemania Nazi, que ahora no puede evitar por su trabajo. El libro se vuelve bastante interesante en este punto, pues el Ministro de Armamentos tiene que pasar la mayor parte del tiempo en una red de conjuras contra otros poderosos del Tercer Reich únicamente para lograr que las cosas salgan para adelante. En este sentido, el libro rompe el mito de la eficiencia alemana. El gobierno nazi era tan corrupto que echó a perder muchos de los frutos de esa tradición alemana de la eficiencia.

Con el tiempo, las conspiraciones internas pasan facturas a Speer, que llega a temer por su vida y termina - según él mismo - alienándose de Hitler, a quien piensa asesinar durante los últimos días de éste en Berlin. Tras eso sigue una breve narración del juicio de Nuremberg, del cual escapo "de rositas" con una condena de sólo 20 años. En su libro, Speer reconoce su cierta involucración con el programa de trabajadores forzosos, aunque le echa el muerto a Fritz Sauckel - quien acabo en la horca por ello -. También reconoce un conocimiento tangencial sobre el Exterminio, y manifiesta arrepentimiento por los crímenes cometidos por el régimen para el que trabajó.

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Si se realiza una búsqueda de libros por el tema de la "Economía Nazi", The Wages of Destruction de Adam Tooze sale con casi total seguridad. De hecho, es hasta posible que sea el único libro que salga sobre el tema. Y no porque no haya otras obras escritas sobre el asunto, sino porque son estudios universitarios muy especializados y de difusión limitada, o monográficos que tratan temas como El Holocausto, el expolio nazi, las autoridades de la Europa ocupada, o la vida en el "frente doméstico". Lo particular del libro de Tooze es que engloba todos estos temas en una única obra con la economía del Tercer Reich como hilo conductor.

Hasta dónde yo sé, el libro no ha sido traducido al español. Incluso si lo fuera, no lo considero accesible para el lector ocasional de historia de la SGM. Es recomendable estar metido en el tema y haber leído unos cuantos libros sobre la historia de este período (el de Speer entre ellos) para que personalidades, proyectos, hechos y diferentes armas suenen lo suficiente como para que puedan encajar en el contexto que este libro nos expone. Tener conocimientos de economía y finanzas también ayuda, aunque no es imprescindible.

Adam Tooze inicia su relato con la Alemania de los años treinta, que sufre duramente el impacto de la Gran Depresión. Tras la subida de Hitler al poder las cifras de desempleo mejoran bastante, pero el autor achaca dicha mejora a tendencias económicas que ya se estaban comenzando a manifestar poco antes del ascenso al poder de los nazis. De hecho, nos dice, el régimen del NSDAP no tuvo como objetivo el empleo, y realizó pocos gastos en proyectos para su creación.

El objetivo central de los nazis era el rearme. Y se dedicaron a ello a conciencia. Hasta 1933 la economía alemana dependía en parte de importaciones que pagaba con las exportaciones de productos de sus industrias especializadas. Para el rearme los nazis redirigieron toda aquella parte de la economía que pudieron hacía el armamento, y las exportaciones pagaron el pato en el proceso. El resultado de ello fue un severo declive en las reservas de divisas, lo que creo varias crisis financieras internas y - según el autor - estuvo a punto de llevar el régimen nazi al abismo en más de una ocasión. 

Sólo por ese tema tan poco divulgado el libro ya resulta interesante. Más conocidos son los intentos del Tercer Reich por mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos arios a través de la producción de artículos de consumo y que este libro también describe. Sin embargo, la ferocidad del proceso de rearme no dejaba apenas margen para el éxito en este campo. Si bien hubo algún logro como el del "Volksempfänger" o aparato de radio que llegó a todos los hogares a un precio asequible, los ciudadanos alemanes mantuvieron su nivel de vida inferior al de Inglaterra, Francia, y E.E.U.U. desde 1933 hasta 1945. El consumo interno fue otro de los sectores económicos que se mantuvieron deprimidos durante este período para desviar capacidad de producción hacía la industria armamentística.

Tal como viene descrita en el libro, la escala del rearme alemán fue sobrecogedora en comparación con el tamaño de la propia economía alemana. Para la cúpula nazi y sus adeptos no existían límites a lo posible en este campo. El crecimiento de la Wehrmacht absorbía tantos recursos de la economía del país que en el ejército se dieron cuenta de que podrían llegar a un pico de tamaño en torno a 1939-40, tras lo cual las fuerzas armadas alemanas debían ser reducidas en tamaño... o encontrar algún empleo.

Así es como Adam Tooze le da sentido al comienzo de la guerra en 1939. Desde el punto de vista económico era el momento óptimo, pues el resto de países del mundo se encontraban ya embarcados en diferentes programas de rearme que todavía tenían que despegar. Más valía asestar un golpe cuando todavía se era fuerte.

Las victorias de 1939 y 1940 dejaron a Alemania en una situación económica más apurada que la que tenía en septiembre de 1939 cuando comenzó la guerra. Las zonas ocupadas no habían efectuado un "desacoplamiento" de las importaciones como sí lo había hecho la economía alemana, y por ello podían contribuir poco a la producción bélica, al tiempo que sus poblaciones incrementaban la carga de los requerimientos de alimentos y combustible para la población.

En este contexto, la invasión de la Unión Soviética en 1941 estaba justificada dentro de un plan económico de explotación por el cual se iba a expropiar a la población de la Rusia europea de toda posesión material y sustento posible, barajándose cifras de 30 millones de muertos por inanición en las áreas que se pretendía ocupar.

El propio plan de campaña de la Wehrmacht se enfrentaba a problemas logísticos que limitaban el avance efectivo de las fuerzas terrestres a unos 500 km. dentro del territorio soviético. Con la información disponible se pensaba que un avance de esa profundidad en el que se embolsasen gran número de fuerzas soviéticas bastaría para derrocar a Stalin y concluir la campaña con éxito. A tal efecto, la producción alemana se centró en mejorar sus cifras a corto plazo, de manera que para junio de 1941 la Wehrmacht - y sobre todo el ejército de tierra - estaban mejor equipados que nunca para la campaña rusa. La idea era asestar un único y fuerte golpe concentrado.

Para otoño de 1941 el libro nos relata una corriente de gran nerviosismo y depresión en muchas personalidades del gobierno y la industria alemanas al constatar que la lucha en Rusia no se concluía de acuerdo con lo planeado y se prolongaba. La apuesta de la Operación Barbarroja se había realizado con el supuesto de una campaña corta. La economía alemana sería incapaz de afrontar de forma duradera el esfuerzo preparatorio de dicha campaña. En estos momentos, muchos dirigentes nazis ya vieron que su país había perdido la guerra.

Si bien hubo una recuperación posterior de la producción militar con Speer como protagonista. El libro achaca dicho éxito a una mayor voracidad expoliadora de las fuerzas de ocupación alemanas, y a un endurecimiento de las condiciones de trabajo y de vida para la misma población alemana (aparte ya de los bombardeos) que tuvieron que trabajar más horas, cobrar lo mismo, y ahorrar mayor porcentaje de sus salarios en la forma de deuda del Estado Alemán para financiar el esfuerzo bélico.

A Speer lo ponen de vuelta y media. Sus "innovadores métodos de gestión" que el ministro menciona en sus memorias no fueron la causa del incremento de la producción, sino el mero acaparamiento de recursos de otros países y sectores. Entre los más importantes de estos recursos está la mano de obra. Tooze nos explica la infernal lógica interna del exterminio nazi, por el cual los trabajadores forzados resultaban rentables (aunque por poco) únicamente si se reducían los gastos para su mantenimiento hasta extremos que hacían su muerte inevitable, lo cual a su vez requería que cada vez se "importasen" más trabajadores forzados de las regiones ocupadas. 

Se nos deja bien claro que Speer estaba bien al tanto de los desplazamientos de poblaciones que esto involucraba, y de las lamentables condiciones en las que se llevaban a cabo. Con razón se lamentaba Sauckel de la injusticia de la sentencia de Nuremberg, que dejaba vivo a Speer con 20 años por lo mismo que a él le enviaba al cadalso. También se deja bien claro que, lejos de ser el típico miembro de clase media seducido/engañado por nazismo, Speer era un nazi convencido que no dudó en amenazar personalmente a algunos industriales alemanes con tal de alcanzar sus cuotas de producción bélica.

El libro trata muchos más temas, y sirve mucho para proveer de un contexto para muchas de los acontecimientos de la SGM. Es por ello muy recomendable, aunque no sea accesible para todo el mundo, y no precisamente por el idioma.

Aparte de eso, y en lo que toca a Speer, sirve también para recordarnos que las memorias de personalidades del Tercer Reich - Speer, Guderian, von Manstein... - han de ser leídas con prudencia, pues en muchos de estos casos la principal intención de sus autores no fue la de iluminar sobre lo acontecido, ni siquiera meramente dar su versión de los hechos, sino limpiar su reputación de los crímenes que habían cometido.

miércoles, 4 de junio de 2014

¿Podemos?

¡España!. Ese Reino Mágico donde todo es posible. Justo cuando ya nos encontrábamos en la firme senda de la recuperación económica de la mano de un gobierno como dios manda, va una panda de frikis y hacen de la Fiesta de la Democracia (Europea) una burla atreviéndose a acudir a las urnas para colocar a 5 de los suyos. ¡Inaudito!. ¡Si Franco levantará la cabeza...!.

Y ahora más en serio... . La primera noticia que yo tuve de Podemos fue el jueves antes de las elecciones, cuando quedé a tomar unas cañas con Floyd Buñuel. Él está más puesto en esos temas y me dio unas pinceladas de todo ello. ¿Qué conclusión sacamos de esto?. Pues que Ethelberto no está nada puesto en redes sociales y cosas así.

De esta manera fue como me sentí sorprendido por los resultados de las elecciones del 25-M. Pero lo que más me ha sorprendido de los resultados no ha sido ni el éxito de Podemos ni el descalabro del PSOE. Lo primero es en parte explicable por lo segundo. Lo que realmente me llama la atención es los 2 millones de personas que entre 2009 y 2014 han dejado de votar al PP en las europeas. ¿Son realmente desencantados de 2 años y medio de gobierno conservador?. ¿De verdad hay tanto pardillo suelto?. ¿Pero qué se pensaban en 2009 y en 2011?.

Veréis. En el ambiente geográfico y social en el que me muevo regularmente abundan los votantes del PP, y si hay algo que he aprendido de ellos es que su decisión de votar no es racional, sino identitaria. Votan al PP porque es el partido del grupo social al que pertenecen, y punto. Entre mis amigos me gusta bromear diciendo que si el PP pusiese a Fidel Castro de candidato a presidente, les seguirían votando casi igual. Es una broma a medias. Si alguna vez se fuera a hacer realidad, ya veríais.

Como consecuencia de ello, tengo asumido que si se vota al PP no es ni por el programa, ni por las promesas electorales, que pueden ser tan patentemente falsos como los eran los del 2011. Me cuesta entender que 2 millones de personas no se dieran cuenta de algo que para mí era evidente. ¿Seré yo?. Tal vez. Lo cierto es que para explicar ese bajón he supuesto que esos 2.000.000 de personas consideraron que, ya que su PP del alma estaba firmemente asentado con mayoría absoluta en el Congreso, no hacía falta acudir el 25 a unas elecciones a un parlamento cada vez más irrelevante y aprovecharon el buen tiempo para irse con la familia a tomarse un pinchito de tortilla en el campo. Una vez más, es una media broma. Naturalmente que puedo estar completamente equivocado, pero los medios de comunicación también lo estaban con sus pronósticos electorales y yo hago lo mismo por mucho menos dinero.

De todos los análisis presentados sobre estas elecciones, considero que el más acertado es el emitido por el sociólogo Pedro Arriola (que esté casado con una ex-ministra del PP y a sueldo de Moncloa es lo de menos) el día antes de darle un jamacuco en un restaurante. 

Comencemos. Primer acierto. Dice Arriola que el PP echará de menos a Rubalcaba.  Si yo fuera un presidente del gobierno que no entiende ni su propia letra y contesta con sandeces cuando le preguntan por el Cambio Climático, también estaría más tranquilo con una oposición liderada por tipo como Rubalcaba.

Segundo acierto, y el más importante. Las europeas no son comparables a unas generales o autonómicas. Las elecciones al parlamento europeo son unas elecciones sobre las que ni PP ni PSOE han podido legislar, como si hicieron en 2011 para dificultar la presentación de nuevos partidos a las generales. Son elecciones en las que se tienen en cuenta los votos obtenidos a nivel global en todo el país, sin Ley D'Hont ni niño muerto que valga, en las que por una vez a IU 1.500.000 de votos repartidos por todo el país le da un número de escaños mayor que a CIU con 700.000 concentrados sólo en Cataluña. Los 5 escaños de Podemos no son equiparables tampoco - como si lo hace Arriola - a los 2 de Ruíz Mateos (¡qué tiempos aquellos!), pero conseguir 1/3 de los escaños de uno de los dos partidos grandes es mucho más difícil en unas generales que en las europeas. Mucho más difícil. Pero que mucho más.

Tercer acierto. Lo de los frikis. El término es muy revelador, no ya del resultado de las elecciones, sino de lo que piensan los grupos establecidos (la casta, que diría el actual rostro visible de Podemos). ¿Qué es un friki?, ¿a quién se le denomina así?. A aquella persona que no entendemos. En el caso de Arriola porque ni siquiera lo intenta. Hay que comprenderle. Un hombre con una larga y fructífera carrera, acostumbrado a clasificar a la población según ciertos esquemas en derecha-votantes del PP e izquierda-votantes del PSOE e IU. Y de repente, llega millón y pico de personas y te revientan todos los estudios y predicciones votando una opción a la que ni habías dedicado cinco minutos para ver de que se trataba. Friki es lo menos que podía decir. Le pillaron de buenas. Y también se explica así lo del jamacuco que le dio luego al hombre.

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¿Y ahora qué?

No comparto el entusiasmo que ha surgido en torno al éxito de Podemos. No tiene nada que ver con el propio partido, su programa, o sus caras más públicas. Lo que sucede es que lo que decía Arriola sobre lo diferentes que son las elecciones es cierto. Las elecciones que importan de verdad son las generales. El año que viene en otoño si no las adelantan. En éstas 1.200.000 votos pueden darte entre 10 y 20 escaños si están lo suficientemente bien concentrados. Pero para poder tener cierto efecto político duradero Podemos tendría que destacar de entre toda la maraña de "partidos pequeños" (incluidos nacionalistas) que se encuentran en ese tramo de escaños u otro inferior con, digamos, 40, 50 ó más escaños. Y para eso hacen falta muchos votos más.

Sería posible lograrlos si se tiene en cuenta el entusiasmo causado por el resultado de las europeas. Al margen de ideología y programa, a muchos nos gusta votar a partidos que consideramos como "ganadores", y es por ello que a menudo parece que existe una tendencia a que los votos fluyan hacia las "estrellas en ascenso".

Pero hasta entonces queda año y medio. Eso es mucho tiempo, y si alguien se cree que los que están al mando se van a quedar sentados , se equivoca. Ya ha empezado la campaña de descrédito de Podemos, centrándose en Pablo Iglesias como bolivariano, comunista, pedófilo, y no sé que más. El programa de Podemos es calificado como de utopía inaplicable y receta segura para el desastre nacional. Por último, se recurre a todo lo anterior para hacer entrever que un triunfo de Podemos llevaría a una "ingobernabilidad de España".

En fin, que para llamar a las huestes a la lucha en las urnas contra el "rojerío internacional" se recurre al recurso de siempre: el miedo.

Tras las elecciones del 25-M he curioseado un poco en la personalidad de Pablo Iglesias y en su discurso a través de un par de vídeos en Tutubo. Considero que su éxito entre los llamados "votantes de izquierda" se fundamenta en la forma del lenguaje que usa, que es directo y sin ambages. Eso es algo que el colectivo de votantes potenciales posiblemente echase en falta en otros partidos, en los que da la sensación de que los candidatos (especialmente Rubalcaba) van con excesivo cuidado, pidiendo perdón incluso por aquellas cosas por las cuales podrían protestar de manera más intensa. Independientemente de su éxito mediático, Pablo Iglesias está destinado a quemarse, como le sucede a todos los personajes públicos. El proceso se está intentando acelerar mediante los ataques personales. Yo creo que a base de intentarlo - y lo están intentando con mucha intensidad - los medios de comunicación establecidos lo pueden lograr a tiempo antes de las próximas elecciones generales.

Floyd Buñuel me comentó que la elección de candidatos de Podemos se hacía mediante un proceso completamente abierto, y lo más recomendable en este caso es que este novedoso partido use ese proceso en su amplia base de ciudadanos para recabar nuevos candidatos. Si es cierto - como yo también creo - que la gente que confía en Podemos está verdaderamente comprometida con la democracia, no deberían tener problemas para encontrar candidatos con un perfil igual de válido que el de Iglesias. Es la táctica de la hidra, sacar nuevas cabezas cuando las antiguas son cortadas.

El sistema abierto de elección de candidatos también se empleó para elaborar el polémico programa de Podemos. Su contenido no se parece casi en nada al de otros partidos con representación en el Congreso. ¿Utópico?. Tal vez. Veamos cual es el programa "estándar" desde hace decenios de los partidos mayoritarios de nuestro país: se promete el bienestar de la población en base a un sistema económico de crecimiento eterno e imparable logrado gracias a la explotación hasta el agotamiento de cualesquiera recursos naturales tengamos a nuestro alcance. ¡Joder!, ¡si esto no es utópico...!.

Lo que quiero decir es lo siguiente. No creo que ni Podemos ni nadie tenga razón al 100%, ni que su programa sea enteramente aplicable. Pero lo cierto es que hemos llegado hasta la lamentable situación que tenemos aplicando las recetas clásicas de toda la vida, y tal vez sea el momento de considerar otras opciones. No todas las propuestas de Podemos son ilógicas, radicales, ni utópicas. Las hay también bastante razonables, y por ahí se puede empezar.

Independientemente de todo esto, la "utopización" del programa de Podemos es un recurso al miedo para el consumo interno de personas que ya votan a los partidos establecidos, antes que para disuadir a los votantes de Podemos.

Finalmente. Está el asunto de la gobernabilidad. Me ha hecho mucha gracia el comentario de Felipe Gonzalez acerca de la "bolivarización de la política". Nadie más indicado que él para hacerlo, que tuvo conexiones con los mandamases venezolanos que llevaron a su país a la ruina e hicieron con ello posible el bolivarismo.

Podemos no es la causa de ninguna bolivarización o radicalización de la política. Es su consecuencia. De hecho, en los últimos años España entera se ha bolivarizado o, como me gusta más a decirlo a mí, se ha "latinoamericanizado".

Tenemos 6 millones de parados cosechados tras una orgía especulativa en unos años de crecimiento económico que se ha revelado como falto de fundamentos sólidos. La brecha entre pobres y ricos crece, lo mismo que el número de los primeros. Se han hecho recortes sociales e introducido 80 impuestos nuevos, la mayor parte indirectos, de los que más afectan a la gente sencilla y no pueden evitar. Y eso al tiempo que se aprobaba una exención fiscal a las fortunas más grandes. Se ha indultado a un banquero condenado en firme. Los inculpados en casos de corrupción van por la calle como Pedro por su casa. La falta de claridad en las respuestas del partido gobernante en torno al caso de corrupción estrella (Gürtel) resultan, cuanto menos, sospechosas. Por no decir clamorosas, como no lo es menos que hayan destruido pruebas del proceso de investigación judicial de dicho caso cuando ya estaba en marcha. Todo lo citado en este párrafo (y mucho más) son logros de los partidos que, según nos dicen, más contribuyen a la "gobernabilidad". ¿Hacer todo eso es la forma de hacer un país "gobernable"?. Lo siento, pero me ha llegado el momento de decir: tócate los huevos.

Seamos realistas. La ingobernabilidad, la latinoamericanización de nuestro país ha sido el resultado de lo que han hecho precisamente los partidos que lo han gobernado. Y lo que más me preocupa de lo oído tras estas elecciones es la total ausencia de autocrítica respecto al camino recorrido hasta aquí. Sencillamente, no les parece mal y piensan seguir haciendo lo mismo. Los resultados ya los conocemos.

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En el PP se han proclamado vencedores tras perder 2 millones de votos y han hecho como que la cosa no va con ellos. En el PSOE se ha desatado una lucha interna por el derecho a reclamar un número cada vez más decreciente de votos que me recuerda a las fútiles conjuras internas del final del Imperio Bizantino. Tanto una reacción como la otra dan la espalda a lo sucedido el 25-M.

Razones tienen para ello. Podemos no controla ningún medio de comunicación. Ellos sí. Las noticias que puedan llegarnos acerca de este movimiento ciudadano son, pues, susceptibles de estar sesgadas. Y cuando digo sesgadas, quiero decir sesgadas con sutileza. No a lo bestia, como en Intereconomía, 13 TV, y afines. La campaña de descrédito está ya abierta y será incesante. No se puede desdeñar su alta posibilidad de éxito, tarde o temprano.

La baza más potente de PP y PSOE es, sin embargo, que pueden alterar la Ley Electoral como les dé la gana. Ya lo hicieron en 2011. De mutuo acuerdo entre los dos partidos (!) endurecieron las condiciones requeridas para la presentación de nuevos partidos a las Elecciones Generales. Paco Cascos era en su momento el principal objetivo de esta alteración en la Ley Electoral. Las pasó canutas para conseguir las firmas necesarias para presentarse, y otros partidos más pequeños no lo lograron. Este es un "último recurso" por si las cosas pintan mal. Pero está ahí en toda su variedad: desde alterar de nuevo la Ley Electoral hasta vincular a candidatos de Podemos con grupos terroristas para aplicarles la Ley de Partidos y que ni siquiera tengan opción de presentarse.

Y finalmente. Para asegurarse de que todo queda como antes, está el pacto entre PSOE y PP para "garantizar" la "gobernabilidad" del país. La verdad, después de treinta y pico años viendo lo que hacían cada uno por separado, es imaginármelos codo con codo y me echo a temblar. Lo único que garantizaría un pacto así es el continuismo que favorece al PP, mayor caída del PSOE, mayor radicalización de la política, y mayor inestabilidad política del país por la falta de reconocimiento de la realidad (cruda realidad) imperante.

¿Podemos?. Será si nos dejan. Y no parece que estén dispuestos a hacerlo. Hay mucho en juego: el estilo de vida de unos pocos a costa de los demás, creyéndose con derecho natural a ello. Este es el camino que hemos recorrido hasta ahora y que, a pesar de las trompetas triunfantes de una supuesta recuperación económica, nos tiene en una situación en la que cada vez más gente sufre. ¿Hasta cuándo es sostenible un sistema así?.